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Actualizado: 11 de junio de 2025
Pero Soledad no parecía preocupada con tal recuerdo, ni mucho menos advertir la inquietud de su amante. Era la misma de siempre. Se mostraba con él cariñosa y solícita, prevenida á darle gusto en todo: de tal modo, que el guapo nada echaba menos de los regalos con que le tenía acostumbrado.
En una isla pequeña despoblada Saltando, un fuerte hace de repente: La gente Lusitana congregada Le envía á ofrecer alegremente, Que de ellos ha de ser muy regalada, Que lleve donde estan toda su gente. No quiere sus regalos, les responde, Y la plata só tierra bien la esconde.
Contentémonos con decir que los regalos que dio la reina a Salomón fueron magníficos, y no inferiores los que de Salomón recibió ella; que ella se quedó pasmada del lujo que gastaba Salomón; y que, como Salomón le adivinó de tenazón todos sus más enmarañados acertijos, ella se quedó doblemente pasmada de su sabiduría.
Los indios continuaron á venir á bordo, y los nuestros á tratar con ellos, dándoles de comer y algunos regalos: y sin embargo de mostrar en sus movimientos algunas desconfianzas, no hubo novedad por el cuidado con que nos manejabamos: y en el dia 23 de Abril se empezó el trabajo de levantar un fuerte, cortándose madera para él, abriendo un foso, las oficinas y ranchos precisos, habiéndose escogido terreno para el establecimiento en la márgen del S de dicho rio; lo que se continuó hasta aquel.
Esteven la llamaba su Nanita querida; la madre hablaba de mandar construir un nicho muy dorado con dosel y todo, para meterla dentro, como santita que era; Jacinto la traía regalos siempre que podía, y en cuanto a Angela, caso extraño, su antítesis, el polo opuesto de Susana, la respetaba y miraba como algo superior y sobrenatural.
Por las mañanas iba á sorprenderlo en su lecho, como á un pequeñuelo, y besaba con devoción aquella carne de atleta, que era su propia carne, metamorfoseada. Todo le parecía mezquino y pobre para este mocetón hermoso como un dios antiguo; cuidaba de su cama, de su tocador, de su persona, con el fanatismo de una amorosa; registraba sus bolsillos, para renovar incesantemente los regalos de dinero.
Cuando tuvo en su poder los regalos, entonó un interminable himno de gracias, desbordándose en elogios, que, en forma de consejos, dirigía a su hijo. Mira, Nelet; bien puedes servir a las siñoras. A ver si te portas bien; tu padre, el tío Sentó, tendrá un disgusto si faltas a la obligasión. Bien puedes trabajar.
Miguel entregaba a su madrastra puntualmente la mitad de su renta. No se limitaba a esto su liberalidad: a menudo las hacía valiosos regalos, las llevaba al teatro y las obsequiaba de mil modos distintos.
Pues ¿y el árbol? Está formado de ramas de encina y cedro. El solícito amigo de la casa que lo ha compuesto con gran trabajo, declara que jamás salió de sus manos obra tan acabada y perfecta. No se pueden contar los regalos pendientes de sus hojas. Son, según la suposición de un chiquitín allí presente, en mayor número que las arenas del mar.
En vez de comprar otras nuevas, gasto el dinero en misas y regalos á San Sebastian, aunque no creo mucho en su virtud porque el cura las dice de prisa y corriendo y el santo es enteramente nuevo, y todavía no sabe hacer milagros, y no está hecho de batikulin sino de laniti... ¡Ay! ¿Qué va á decirme tu padre cuando me muera y le vea?
Palabra del Dia
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