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Actualizado: 16 de junio de 2025
Al ser mencionado el puma, algunos volvían á sonreir torciendo sus ojos hacia Friterini. Un amanecer, al salir el camarero al corral del boliche, había visto saltar del fondo de un tonel vacío á una especie de tigre con la piel á redondeles y del tamaño de un perro.
Clarita y otras niñas de la escuela creían á pie juntillas que la madre Angustias no tenía ojos, y que todas sus facultades ópticas residían en aquellos dos temibles vidrios verdes, engastados en una armazón rancia y enmohecida; y acontecía que para imitarla cortaban dos redondeles de papel verde del forro del catecismo y se lo pegaban con saliva en los ojos, con lo cual se morían de risa.
Los viejos recitantes populares declamaban con heroicos manoteos las octavas épicas del Tasso. Sonaban arpas y violines acompañando la última romanza que Nápoles había puesto de moda en el mundo entero. Los puestos de los ostricarios esparcían un perfume orgánico de ola muerta. En torno de ellos, las conchas vacías de las ostras destacaban sobre el barro los redondeles de su cal nacarada.
Toma un par de duros: los hombres de verdad debemos ayudarnos; hoy por ti, mañana por mí. Y le entregó un par de redondeles de plata con un ademán de compañero de armas. -Oye: lo de tu matrimonio será filfa continuó . Yo lo calé apenas me hablasteis. ¡Valiente tuno estás, sobrino!... Y la muchacha lo vale; una gachí con dos ojos como dos quinqués. Si no fueses de la familia te la quitaba.
Los dos se despojaron de boinas y alpargatas y con los pies desnudos subieron sobre las piedras, en las cuales estaban marcados los redondeles que debían perforar. El trabajo duraría dos horas: el que antes lo terminase ó llegase más adelante sería el vencedor. Colocáronse ambos barrenadores, cada uno sobre su piedra, con las piernas juntas y los talones tocándose.
El pòrche era el inmenso desván del caserón. Todos aceptaban con entusiasmo. ¡Se acabó la iglesia! Y como una bandada de pájaros, volaban escalera arriba, sobre unos peldaños de azulejos multicolores con redondeles de barniz saltado que mostraban la roja pasta del ladrillo.
Desde la corrida de Pascua de Resurrección en Sevilla la primera importante del año taurino que andaba Gallardo de plaza en plaza matando toros. Después, al llegar Agosto y Septiembre, tendría que pasar las noches en el tren y las tardes en los redondeles, sin tiempo para descansar.
Sentadas en redondeles de esparto, extendían sobre el suelo las viejas vestiduras, cambiando el hilo desdorado, rehaciendo la raída guirnalda, el símbolo eucarístico, la orla de santos; y, a veces, también, alguna alcoránica leyenda deslizada en la estofa por el obrero morisco. Era un trabajo piadoso. Aquellos ternos y frontales pertenecían a los conventos.
Avanzaba el busto hacia el cristal para ver mejor la actividad devoradora de este estómago en forma de pirámide, que tenía en su cúspide una diminuta cabeza de loro con dos ojos feroces y en torno da la base la retorcida madeja de sus patas llenas de redondeles salientes.
Se vió en un remolcador que danzaba sobre las ondulaciones del mar, frente al muro negro é inmóvil del trasatlántico, acribillado de redondeles luminosos y con los balconajes de las cubiertas repletos de gente que saludaba agitando pañuelos.
Palabra del Dia
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