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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Aquella frase decía más que todas las recriminaciones y me penetró en el corazón como una estocada. He sabido que Julia estaba enferma le dije sin hacer ningún esfuerzo para disfrazar el temblor de mi voz que desfallecía. Supe también que la señora De Nièvres estaba delicada y vine a verles a ustedes. Hace tanto tiempo... Es verdad repuso el señor D'Orsel, hace mucho tiempo.

A pesar de estas recriminaciones mentales, no llegaba a entristecerse. La protesta removíase en su cerebro, avergonzada e iracunda; pero el resto del cuerpo parecía satisfecho, con un regodeo de recuerdos y un estremecimiento de esperanza... Peor era la nada; pasar los días comiendo o dormitando en el sillón con un libro en las rodillas.

Cuando llegó, Clara aún estaba vestida esperándole aunque era ya más tarde que de costumbre. Al ver la descomposición de su rostro, al sentir sobre la mirada fulgurante de su marido comprendió que éste tenía conocimiento de la visita del marqués. La escena que se desarrolló fue violentísima: gritos, lágrimas, recriminaciones, protestas.

Todo el respeto que durante una larga vida había ido acumulando sobre la cabeza de su marido huyó repentinamente, barrido por la tempestad que rugía en su alma. ¡Qué recriminaciones! ¡Qué desprecios! ¡Cuánto denuesto! Carlota y Mario hacían esfuerzos inútiles por calmarla.

Lázaro se quedó absorto, y apenas creía que lo dijera aquello el hombre intransigente que tantas recriminaciones le había hecho por sus ideas liberales; pero acostumbrado ya á las cosas raras é inverosímiles, no se preocupó mucho. Llegó la hora de comer, y la santa ceremonia del pan de cada día fué tan silenciosa, que aquella casa parecía de duelo.

Mostróse muy apurada entonces, y Narcisa, abusando de aquella turbación inocente, derrochó sobre la muchacha las recriminaciones y acudió después a las amenazas. Carmen, llena de temor, trató de calmarla, insinuando alguna promesa. El me dijo balbució que no pensaba casarse...; pero creo que lo dijo en broma...; quedó en venir pronto....

Estaba muy pálida, tenía los ojos enrojecidos y húmedos, como si acabase de llorar. Tal vez le había visto dentro de la iglesia, y esperaba este encuentro á la salida. La naturalidad con que acogió su presencia fué para él una primera decepción. Necesitaba hablar cuanto antes, dar salida á las quejas y recriminaciones que había ido amontonando en los días anteriores.

¡Ten compasión, Pablo, de él y de ! exclamó la señora, mira, no iré a casa de Esteven, si no quieres; buscaremos por otro lado, volveré a casa de misia Petronila, correré la ceca y la meca... mismo, ¿por qué no sales y ensayas? ¡Hay que evitar, a todo trance, que Esteven vea el pagaré, a todo trance, Pablo!... No vendré a casa, sino cuando ya no pueda más; aunque sea de noche, no te alarmes... Y voy a pedirte una cosa: no digas nada a Quilito, que la ocasión no es de recriminaciones.

Necesitaba mantenerse libre para la continuación de sus trabajos. Y el Gentleman-Montaña, convencido por sus razones, le había dejado en el suelo para que huyese, aprovechando la confusión que reinaba en torno de la Galería. Flimnap se abstuvo de recriminaciones. Lo urgente era evitar un combate entre el ejército asaltante y el coloso, todavía irritado. Y empezó á contar á éste lo que había visto.

Entretanto, si tenía la firme determinación de dejar el campo libre á la señorita Helouin y de no entrar por ningún precio en las recriminaciones de una lucha degradante, no podía contemplar sin inquietud las consecuencias probables de la guerra desleal que acababa de declararme. Estaba evidentemente amenazado en lo que tengo de más sensible, en mi amor y en mi honor.

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