Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 19 de junio de 2025
Una monja, la hermana Casilda, velaba paseándose por medio del salón, hasta después de acostadas y dormidas todas. Luego se recogía en una celdilla propia, más grande que las demás y cerrada por un cortinado más espeso. Adriana convenció a sus compañeras que podía espiarse a la hermana Casilda; seguramente no dormiría con la toca puesta.
Saludaron al presidente montera en mano, y el brillante desfile se deshizo, esparciéndose peones y jinetes. Después, mientras un alguacil recogía en su sombrero la llave arrojada por el presidente, Gallardo se dirigió hacia el tendido donde estaban sus mayores entusiastas, dándoles el capote de lujo para que lo guardasen.
¿Qué os dice? interrumpió la viuda, que escuchaba palpitante las palabras que recogía de los labios del culpable. Le resistí, me negué; pero ella me rogó, me suplicó, regó mis manos con sus lágrimas, y tanto hizo que hubiera ablandado el corazón más insensible. Después me amenazaba con su venganza e iba a echarme a la calle. Si, por el contrario, consentía en ayudarla, prometía enriquecerme.
Comenzó sus paseos con el corazón encogido por el odio; pero, poco a poco, su misma caridad, aunque fingida, sus mismos gestos protectores, y la dulzura que recogía de todo los rostros, le fueron ablandando la entraña y haciéndole descubrir, a cada paso, nuevo embeleso en aquella vida graciosa y sensual de los musulmanes. Los bodegones eran los mejores sitios de espionaje.
Al día siguiente recogía del mismo sitio la contestación, valiéndole tan largos paseos, y sobre todo el agrado con que prestaba su servicio, alguna cajetilla del estanco que Pepe le daba, y a veces un café con media tostada, que le hacía relamerse de gusto. El cariño de la enamorada pareja y la angustiosa situación de Pepe crecieron a la par.
¡Con qué interés ardiente recogía todas las palabras que se cambiaban entre aquellos maldicientes! Y a medida que iban poniéndole en claro el suceso y que iban acumulando pormenores, entreverando frases burlonas y reticencias de efecto cómico, su corazón se apretaba, se apretaba poco a poco, como si todos ellos lo fuesen oprimiendo entre sus manos, uno después de otro, para hacerle daño.
Se hacían reticencias oscuras sobre el obispo, que les hacía prorrumpir en carcajadas desaforadas; se dirigían pullas amistosas acerca de los derechos de pie de altar que cada cual recogía; se hablaba con enternecimiento de la cosecha y se probaba matemáticamente la existencia de Dios.
Luis huía de todo contacto; se recogía como doncella medrosica en su asiento. El recuerdo de los amigotes era su única defensa. ¿Qué diría su amigo el marqués, un verdadero filósofo, que, contento con su libertad de marido divorciado, saludaba a su mujer en la calle y besaba a los niños nacidos mucho después de la separación? Aquel era un hombre. Había que terminar una escena que juzgaba ridícula.
A medida que el agua, filtrándose al través de los abrigos, refrescaba sus carnes, se iban paulatinamente equilibrando sus humores. El de Fray Diego tendía visiblemente a serenarse, arrojaba uno a uno los negros velos que le oprimían. Pero estos velos los recogía todos el barón y envolvía con ellos su espíritu altivo y cruel.
Con el laudable intento de protejer á la infancia desvalida y remediar los males de los adolescentes, reuniéronse unos cuantos hombres de buena voluntad, y hacia el año de 1589 formaron una hermandad con el nombre del Santo Niño Perdido, la cual, sin el apoyo de las autoridades, y sosteniéndose únicamente con el dinero de los hermanos y las limosnas que recogía, logró bien pronto prestar muy señalados servicios.
Palabra del Dia
Otros Mirando