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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Después recogía la chivata caída en el suelo, una larga pértiga de acebuche, que el jinete llevaba atravesada en la silla, para arrear a las reses que encontraba dentro de los sembrados. Mientras el viejo llevaba el caballo a la cuadra, Rafael se despojaba de los zajones, y entraba con la alegría de la juventud y del apetito despierto en la cocina de los viejos. Mare Eduvigis, ¿qué tenemos hoy?

Señora dijo Lázaro, procurando dominar su situación, un triste suceso ... Doña Paulita está muy enferma ... Le ha dado un accidente. Estábamos hablando.... ¡qué conflicto! Ahora mismo, ahora mismo ha caído. ¿Pero ese dinero...? dijo Paz. Es suyo. ¡Suyo! exclamó la arpía con codicia. Y volviéndose á Salomé, que recogía el oro, añadió: Dámelo, dámelo; yo he de guardar eso. Yo lo guardaré.

Eran despojos de los establecimientos cuya basura recogía Polo, y que éste había ido almacenando durante años, sin saber ciertamente qué utilidad podía sacar de esta colección que era su lujo. El dormitorio no tenía otro respiradero que la puerta. El techo era tan bajo, que entre él y la cama sólo existía el espacio necesario para dormir tendido.

Fusiles tenemos, porque todo campesino guarda el suyo encima de la puerta; pero, desgraciadamente, nos hacen falta pólvora y balas. La anciana labradora se había tranquilizado súbitamente, y mientras recogía sus cabellos debajo de la cofia miraba hacia adelante, como al azar, con aire pensativo. añadió Catalina bruscamente , pólvora y balas hacen falta, es verdad; pero ya tendremos.

Asistía a todos los servicios religiosos fúnebres, distribuía velas, las recogía luego, y si alguien se olvidaba de apagar la suya, se acercaba y la apagaba él, soplando muy solícito. El muerto le inspiraba una gran curiosidad. De media en media hora entraba en la cámara mortuoria para mirarle, ajustaba sobre el cadáver el lienzo que lo cubría y le arreglaba la levita.

Comía, recogía los mendrugos de pan que quedaban sobre la mesa, un poco de azúcar y otros desperdicios, se los metía en un bolsillo y echaba a correr. Algunas noches entraba en su hogar gritando: ¡A ver! ¡a ver! las zapatillas y el frasco del anís, que hoy velo a don Santos.

Casi a gatas, como un trapero que hurga en los rincones, recogía los puchos, jurando cuando no encontraba o la cosecha era escasa. ¡Estos bolsistas hasta los puchos pierden en la rueda! murmuraba. Y volviendo a su idea de hacer justicia, como él la entendía, añadió: ¡Vaya si lo hacía, y qué bien hecho estaría! ¡zas! ¡zas! y ¡zas! no hay otro remedio.

El antiguo partidario de la monarquía absoluta prefería á los individuos: un hombre que pensase por los demás, imponiéndoles sus órdenes. Y á las pocas palabras, su entusiasmo por la democracia americana lo recogía para depositarlo reconcentrado sobre la cabeza de Wilson. ¡El primer hombre del mundo!

Recogía sus objetos de tocador, cerraba las maletas después de pasear su mirada interrogante por todo el cuarto con la inquietud de una partida rápida, y colocaba en una butaca, junto al balcón, el abrigo de viaje, el saco de mano, el sombrero y el velo para arreglarse sin tardanzas ni vacilaciones, apenas se presentase Rafael, jadeante y cansado por el retraso.

D. Sancho de Leyva hizo adereszar otras casas en que recogía los enfermos que cabían, y los hacía curar y gobernar muy bien de sus dineros, visitándolos él cada día, mandando á los que los tenían encargo que no les dejasen faltar nada.

Palabra del Dia

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