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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Aresti sonreía ante la solicitud de acólito respetuoso con que mimaba á Sánchez Morueta, adivinando sus antojos de enfermo; la rapidez con que le ofrecía una cerilla, apenas se apagaba entre sus débiles dedos el cigarro con que le había alegrado poco antes. Doña Cristina miraba al joven, que parecía indeciso, no sabiendo cómo iniciar la realización de algo que había prometido.
Pero esta felicidad fue de corta duración. ¡Hay tan poca distancia desde la calle de la Grange-Bateliere a la de Provenza, y además aquellos magníficos caballos marchaban con tanta rapidez!... El carruaje se detuvo por último; apeose Arturo, ofreció la mano a su compañera, subió con ella hasta el primer piso, llamó a la puerta de su habitación, la saludó respetuosamente y desapareció en seguida.
No puedo habituarme a designar con la misma voz a un uruguayo o a un colombiano, que a un alemán o a un ruso. En el corte moral somos iguales, como en el tipo físico, en las maneras, en el calor de los cariños, en la rapidez del entusiasmo, y ¿lo diré?, en la ligereza con que nos formamos opinión sobre las cosas y sobre los hombres.
Unos armaban la bayoneta, pálidos, con los labios apretados y un brillo de locura en los ojos; otros volvían la espalda, corriendo hacia la salida del parque, sin prestar atención á los gritos de los oficiales y á los disparos de revólver que hacían contra los fugitivos. Todo esto ocurrió con vertiginosa rapidez, como una escena de pesadilla.
Pero se notaba en su mutismo algo que hacía recordar la doctrina de Popito acerca de la armonía entre los dos sexos. Se sucedían con rapidez las noticias de Balmuff. Las transmisiones aéreas hacían vibrar el espacio incesantemente, y cada media hora descendía una máquina voladora sobre el palacio del gobierno, viniendo de los últimos confines del mundo conocido.
Todas esas combinaciones maravillosas conducen al jugador infaliblemente á la pérdida, con más ó menos rapidez, pero siempre con certeza... ¡Y qué fe la nuestra! La considero superior á la de los mártires de las religiones. Cuando uno cree poseer una combinación segura para ganar, resulta inútil disuadirle. Nada le puede convencer.
A cada paso, la marcha se hacía más difícil; pero en los momentos en que el vapor de agua, los torbellinos de espuma y los cambiantes prismáticos, sucediéndose con una rapidez eléctrica, no nos enceguecían, el cuadro que teníamos por delante, el reventar de la mole inmensa contra la roca, el torbellino níveo que se levantaba, el fragor de ese trueno constante, eran compensaciones más que suficientes a las angustias de la marcha.
Entretanto, la mandioca del año anterior comenzaba a concluirse, las últimas espigas de maíz rodaron por el suelo, blancas y sin un grano, y el hambre, ya dura para los tres perros nacidos con ella, royó las entrañas de Yaguaí. En aquella nueva vida había adquirido con pasmosa rapidez el aspecto humillado, servil y traicionero de los perros del país.
La vió de pronto corriendo por la línea que formaban la llanura y el cielo al juntarse. Parecía un pequeño jinete de plomo escapado de una caja de juguetes. Delante de su caballito corría un toro en miniatura. El grupo galopador fué creciendo con una rapidez maravillosa.
Consumido éste y al parecer satisfecha mi contemplación estética, me quedé profundamente dormido, sin cuidarme para nada del tren que debía de llevarme a Estrelsau ni de la rapidez con que iban deslizándose las horas de aquella tarde. Pensar en trenes en aquel lugar hubiera sido un sacrilegio.
Palabra del Dia
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