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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Ni siquiera me había fijado en su cara y su figura: no me había dado cuenta de que es usted guapo... Leonora reía recordando sus cóleras contra Rafael, y éste, anonadado por su franqueza, sonreía también para ocultar su turbación. Pero después de lo de esta noche, le quiero a usted... como un buen amigo.
Y allí estaba Visanteta, la pobre enferma, sentada en la puerta de la ermita mirando fijamente su delantal, como hipnotizada por el brillo del puñado de plata; duros, pesetas dobles y sencillas, monedas de cincuenta céntimos; todo el contenido del bolso; hasta un botón de oro que debía ser de algún guante. Rafael participaba del asombro. ¿Pero quién era aquella mujer?
¡Jesús, Arias, oléis a carbón de piedra! Rafael, mira que cuando hablas, tienes dejo. Arias, se os ha pegado el desgavilo. Arias, te vas volviendo rubio. Rafael, cántale al barón: Cuando el rey de Francia toca el violín, dicen los franceses Uí, uí, Uí, Uí, uí. Arias dijo Polo , parecéis un oso en medio de un enjambre de abejas.
Habíase bautizado en San Rafael una doncella de 18 años y se llamaba Isabela, la cual, poco después, se había casado; mas el común enemigo, pesaroso de que se le escapase de sus manos la que antes había sido toda suya, resolvió tentarla cuanto pudo, trayéndola á la memoria su antigua brutal vida.
Y ella reía pensando en la cara de Fermín, en lo que diría después cuando viniese a la viña y se encontrara con Salvatierra, que de tarde en tarde visitaba con cierto recato a su antiguo amigo el capataz. Rafael habló entonces de Salvatierra, de su inesperada visita al cortijo y de la rareza de sus costumbres. Ese buen señor es una excelente persona, pero está algo chiflao.
En medio del ángulo de la derecha, entre pinturas de Rafael de Urbino, de Rubens, de Ticiano y Poussin, vimos un cuadro que parecia presidir aquella especie de banquete histórico; un banquete á que asisten silenciosamente tantos genios. El brigadier Rotalde se destoca, y con una valentía de sentimiento, que no fué dueño de reprimir, exclamó: ¡viva Bartolomé Estéban de Murillo!
A los diecisiete años ya era pintor eminente. Cuentan que se llenó de admiración al ver las obras grandiosas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, y que dio en voz alta gracias a Dios por haber nacido en el mismo siglo de aquel genio extraordinario. Rafael pintó su Escuela de Atenas a los veinticinco años y su Transfiguración a los treinta y siete.
Comenzaba a amanecer y los plomizos velos del cielo se rasgaban por la parte del mar, transparentando una claridad lívida. Leonora se estremeció, como si sintiera frío, apretándose instintivamente contra Rafael.
No es nada contestó . ¿Querrás traerme un poco de agua?» Al punto llamé a mi amo. «¿Qué es eso, la herida de la mano? preguntó éste examinando al joven. No, es algo más», repuso D. Rafael con tristeza, y señaló a su costado derecho cerca de la cintura.
Leonor Martí, viuda de Rafael Jerónimo Cortés, botiguero que fue de oficio; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de setenta y dos años, reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa; murió en las cárceles; salió al Auto en estátua y una caja de sus huesos, con insignias de relajada; leyósele su sentencia con méritos; fue relajada a la Justicia seglar con sus huesos y confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.
Palabra del Dia
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