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La tarea, seria ya con día fresco, era muy dura a esa hora. Míster Jones lo atravesó, sin embargo, braceando entre la paja restallante y polvorienta por el barro que dejaban las crecientes, ahogado de fatiga y acres vahos de nitratos. Salió por fin y se detuvo en la linde; pero era imposible permanecer quieto bajo ese sol y ese cansancio; marchó de nuevo.

No hace más que llorar y pedirle celos.... ¡Qué más quiere ese monigotillo que verla humillada!... Si yo estuviera en su caso ¡ya le diría!... Le ponía en seguidita un armatoste en la cabeza que no cabía por esa puerta. La exaltación de su espíritu no le impedía engullir lindamente. Dios te lo pague, hija concluyó por decir levantándose . A ver si este corazón se está quieto un rato.

El marqués de Sarriá era partidario de la táctica prusiana, que consiste en estarse quieto esperando a que venga el enemigo muy desaforadamente, con lo cual éste se cansa pronto y se le remata luego en un dos por tres.

Eran dos charros, quieto decir, eran dos soberbios ejemplares de la más peregrina singularidad social é indumentaria de esta tierra.

No sabes decía riendo Alicia . Cuidado, que me pinchas. ¡Qué torpe! Pero él acabó por sentirse contento de su torpeza. Acariciaba el desnudo brazo con sus dedos, se estremecía al rozar aquel pliegue de la carne que guardaba en su sombra aterciopelada cierto misterio sexual. ¡Quieto! chilló ella . No vuelvas á las andadas; mira que me enfado... Bien está así... ¡Vámonos!

¡Ay, ay, con el doctorcillo de tres por un cuarto!... Ya... cuando has querido hacerme creer que el sol está quieto y que la tierra da vueltas a la redonda!... ¡Cómo se conoce que no lo ves! ¡Madre del Señor! Que me muera en este momento, si la tierra no se está más quieta que un peñón, y el sol va corre que corre.

Usted quieto en la torre. Estos consejos eran para la noche. De día, el señor podía salir sin miedo. Allí estaba él para acompañarlo a todas partes. Se erguía con bélica vanidad, llevándose una mano a la faja para cerciorarse de que el cuchillo no había desaparecido, pero su decepción era inmediata al ver el gesto de burlona gratitud de Febrer.

¡Anuncio!... exclamó Tremontorio mirándome, con una sonrisa más amarga que el agua de las olas. ¡Anuncio, retiña!... ¡Pues si hubiera anuncio de eso!... Está usté en su lancha como la hoja en el árbol, ni quieto ni andando; la tierra á la vista, la mar como una taza de caldo; un si es ó no es de turbonada al horizonte.... ¡Retiña!, na, porque así se puede estar un mes entero.... Este carís no es pa que naide pique las amarras.... Pues, de súpito, le da á usté en la cara un poco de brisa; oserva usté el Noroeste, y ve usté venir, echando millas, á modo de una jumera, encima de una mancha parda que va cubriendo la mar, con un rute rute, que no paece sino que el agua se despeña por las costas abajo.

«¡Es Álvaropensó don Víctor, y se echó el arma a la cara. Mesía estaba quieto, mirando hacia la calleja, inclinado el rostro, atento sólo a buscar las piedras y resquicios que le servían de estribos en aquel descendimiento. «¡Es Álvaropensó otra vez don Víctor, que tenía la cabeza de su amigo al extremo del cañón de la escopeta.

Si un hombre está en un navio quieto, y desde él mira á otra nave que se mueve, luego le parece que se mueve tambien la suya, y se lo hiciera creer la vista si no le desengañára la razon.