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Ella sabe hasta qué punto sufro, y no le importa. Cuando considero lo que me ha hecho pasar, la imagino de una maldad que no se concibe mayor. ¡Y sin embargo, a veces, su cara distraída tiene una expresión tan buena! La duda de cómo es ella, realmente, me enloquece tanto como la duda de su amor. ¿Quieres que te explique lo que pienso? dijo Julio con cierta gravedad.

Al ver que su cuñado quedaba acortado, se apresuró a decir: Mira, cuanto menos hablemos de esas cosas, y, si posible fuera, cuanto menos pensásemos, sería mejor... Ahora lo que importa es que tomes este caldo. Después te traeré unas croquetas y un lenguado... ¿quieres? No tengo apetito, Cecilia respondió haciendo esfuerzos por reprimir su emoción. Todo es empezar... Verás...

Vamos, Juan, acaso quieres hacerme creer que no estás todavía enamorado de una de estas dos mujeres. ¿Es posible? ¡tanta belleza, tanto lujo! ¡Oh... el lujo quizá más que la belleza! El lujo en ese grado me aturde, me trastorna. Los cuatro poneys negros con sus cucardas de rosas blancas me han hecho soñar esta noche. Y la joven... Bettina... ¿no es así? , Bettina.

Anticipar la muerte; ser cadáver que respira y come, pero que no piensa, ni sufre, ni se entusiasma: ésa sería para la dicha, hermano. No adonde ir: los hombres me esperan más allá de esa puerta para acosarme otra vez... ¿Me quieres contigo...? El Vara de palo, por toda contestación, empujó cariñosamente a Gabriel. ¡Vamos arriba, loco! No morirás; yo te sacaré adelante.

Sentada en su sillita rodante, con un libro de estampas en la mano, fijaba esos dos ojos en su mamá, que bordaba junto a ella... ¿Quieres que te cuente un cuento, Lita? preguntábale la señora, acariciándole la rubia cabellera. No, mamá. Ya todos los cuentos.

; pero ésa es la obra del tiempo. ¡En cambio, el individuo que pierde un ojo queda tuerto para siempre! No qué me quieres decir.

Me escapo, me voy al jardín, o a la iglesia, y allí, solita, sin que nadie me vea, lloro y lloro por . A veces creo que estoy sola en el mundo; que nadie me quiere; que ya no piensas en , en tu pobre Linilla.... Pero tengo ratos de alegría, muy dulces, cuando pienso en que me quieres mucho, mucho, y en que estarás taciturno, cabizbajo, melancólico y apesadumbrado por mi separación.

Y si piensas que de todos mis asaltos ha de salir vencedora, como saldrá sin duda, ¿qué mejores títulos piensas darle después que los que ahora tiene, o qué será más después de lo que es ahora? O es que no la tienes por la que dices, o no sabes lo que pides. Si no la tienes por lo que dices, ¿para qué quieres probarla, sino, como a mala, hacer della lo que más te viniere en gusto?

«Pero mujer, ¿qué haces ahí detrás de ? murmuró él sin volver la cabeza . Lo que digo, hoy parece que estás lela. Ven acá, hija». ¿Qué quieres? Niña de mi vida, hazme un favorcito. Con aquellas ternuras se le pasó a la Delfina todo su furor de coscorrones. Aflojó los dientes y dio la vuelta hasta ponérsele delante. «Hazme el favorcito de ponerme otra manta. Creo que me he enfriado algo».

Bien, no insisto... no quieres ser expiada... no quieres sermones... bien, mejor... buscarás un lugar retirado: lo embellecerás, lo perfumarás, enloquecerás en él con tu don Juan; te resignarás á todo, lo olvidarás todo, porque le amas con el amor más humilde del mundo; tu don Juan, esperará impaciente los primeros días la hora de verte; le será muy cómodo lograr tus amores sin que lo sienta la tierra, sin que pueda tener celos su doña Clara; después, á medida que vaya pasando el tiempo, le parecerás menos hermosa, y esperará con menos impaciencia la hora de verte; luego irá por ir, por lástima, te hará esperar, después le esperarás en vano algunos días, y te volverás á tu casa, humillada, desesperada, celosa, al fin y al cabo te abandonará, hastiado de ti...