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Actualizado: 6 de mayo de 2025


La vega toda revivía; el Pedregoso corría gárrulo y cantante, como si sus ondas repitieran quedito la extraña harmonía de los repiques. El cielo límpido de aquella noche casi invernal perdía poco a poco su inmensa serenidad.

En lo alto, dos señoras cuchicheaban entre muy quedito, e interrumpiéndose bruscamente al ver subir a Currita, desaparecieron al punto, sin que la dama pudiera reconocerlas.

Yo me callé, pero cenando le hice beber más de lo justo, acariciándole, mostrándome con él más enamorada que nunca. Don Rodrigo se puso borracho y se durmió como un tronco. Entonces me levanté quedito, fuí á la ropilla, tomé la cartera, la abrí, y encontré en ella cartas de una mujer; de una mujer que firmaba «Margarita

La soledad, el silencio de la noche y la poca luz favorecen a los tímidos para su comedia de osados y lenguaraces, teniéndose a mismos por público y envalentonándose con su fácil éxito. Maximiliano hablaba quedito; sus fuertes manotadas no correspondían al diapasón bajo de las palabras, cuya vehemencia sofocada las hacía parecer como un ensayo.

Entorné los ojos, deslumbrado por el incendio general del árbol de fuego, y a través de la mancha rojiza que percibían mis lastimadas pupilas, me pareció ver el rostro de Angelina pálida y llorosa. Diga usted, Gabriela... dije muy quedito.... ¡Me ha escrito! ¡Me ha escrito! Una carta muy tierna, ¡una carta muy sentida! ¿Quién? Ernesto. ¿? ¿Le sorprende a usted? No... pero no lo esperaba.

Muy quedito, como quien se confiesa, empezaron a debatir y resolver estos pormenores. Otro rayo de sol entreabría las nubes, y los santos, en sus hornacinas, parecían sonreír benévolamente al grupo del banquillo.

Sólo se oían sobre los peldaños de piedra los recatados pasos del religioso y del tío Manolillo. En lo alto ya de las escaleras, atravesaron silenciosamente un trozo de corredor, y el bufón se detuvo y llamó quedito á una puerta. Oyéronse dentro precipitados pasos de mujer, y se descorrió un cerrojo. La puerta se abrió.

En el momento en que ella salía, entró en el comedor Celestina y se acercó a tan quedito que casi me dio un susto al exclamar: Estoy segura de que la señora acaba de hacer un sermón sobre las solteras, para el uso de la señorita. No, Celestina respondí maquinalmente; la abuela me hablaba de amor. ¡De amor, a una joven como usted!... Nuestra pobre señora pierde la cabeza...

Aman al escondite. ¡Y verlos hablar quedito y de rezado! ¡Pues sufrir una vieja que riñe, una portera que manda y una tornera que miente! Y lo mejor es ver cómo nos piden celos de las de acá fuera, diciendo que el verdadero amor es el suyo, y las causas tan endemoniadas que hallan para probarlo.

¡Señor de la justicia! ¡Mucha maldad hay por el mundo adelante! Conocido este estado de la opinión pública, puede comprenderse el efecto que produjo en la Fábrica un rumor que comenzó a esparcirse quedito, muy quedo, y como en el aria famosa de la Calumnia, fue convirtiéndose de cefirillo en huracán.

Palabra del Dia

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