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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Eso es aparte. Y cerillas. Las compraré al por mayor. Una gruesa... Traeremos al por mayor todo lo que se pueda, para lo cual destinará usted una cantidad que se carga a la cuenta del mes. Quédese el diario en diez reales, y deme usted seis duros para el por mayor. Adelante. ¿Qué principio traigo? Langosta. ¡Un ojo de la cara! No importa. Por una vez... ¿Qué postre?
Quédese Vuestra Excelencia con ellos; que, en tanto que estuvieren en casa, me estaré yo en la mía, y me escusaré de reprehender lo que no puedo remediar. Y, sin decir más ni comer más, se fue, sin que fuesen parte a detenerle los ruegos de los duques; aunque el duque no le dijo mucho, impedido de la risa que su impertinente cólera le había causado.
No conozco a nadie en el mundo ni sé más que cuidar la huerta del convento. ¿Adónde he de ir? ¿Qué he de hacer? ¡Yo no puedo vivir sino aquí!» «Pues quédese usted con nosotros», le dije yo entonces. «Bien dicho, madre repuso mi hijo . Siete somos los que nos sentamos a la mesa; nos sentaremos ocho; comeremos más, y comeremos menos, como suele decirse.»
No; quédese ordenó ella . Tiempo tengo de acordarme de él... Hablemos... Dígame esas palabras bonitas que usted sabe decir y que parecen de comedia: exageraciones, mentiras, cosas de hidalgo que habla de morir si no lo aman.
Yo sé que te ama y te respeta. ¿Quieres dar un escándalo? Las quejas de familia no deben salir al público. Vamos, León, hermano, quédese eso entre nosotros. ¿Qué estás hablando de quejas de familia? replicó el general volviéndose hacia su hermana . ¿Qué tiene que ver la familia con las insolencias inauditas de ese desaforado inglés, que viene a insultar a la gente del país?
Su voz temblaba, tenía una opacidad suave; acariciaba como terciopelo. Rafael, animado por aquella tolerancia, quiso pedir perdón, habló de la locura que le había expulsado de allí; pero la artista le atajó. No hablemos de aquella infamia, me hace daño recordarla. Queda usted perdonado, y ya que cae aquí como llovido del cielo, quédese un momento. Pero... nada de audacias. Ya me conoce usted.
Sí, sí: la comida es tuya... pero... verás lo que debes hacer... te llegas al portal a la hora que yo te fije, y mi prima Hilaria te la bajará y te la dará... acercándose a ti lo menos que pueda... Ya comprendes... cada una tiene su escrúpulo... No todos los estómagos son como el tuyo, Nina, a prueba de bomba... con que... Comprendo... señora Juliana. Quédese con Dios».
-Nunca he visto yo escudero -replicó el del Bosque- que se atreva a hablar donde habla su señor; a lo menos, ahí está ese mío, que es tan grande como su padre, y no se probará que haya desplegado el labio donde yo hablo. -Pues a fe -dijo Sancho-, que he hablado yo, y puedo hablar delante de otro tan..., y aun quédese aquí, que es peor meneallo.
No; no debo escucharlo más; es bastante por hoy. Quédese aquí buscando frases nuevas; nada inspira como la caída de la tarde. Y con una voz que la alegría y también la emoción contenida hacían temblar un poco, añadió, subiendo a la terraza del Casino: ¡Adiós, adiós! querido flirt. El tiempo transcurría rápidamente para la alegre banda.
-Con vos me entierren, Sancho, que sabéis de todo -respondió el duque-, y yo espero que seréis tal gobernador como vuestro juicio promete, y quédese esto aquí y advertid que mañana en ese mesmo día habéis de ir al gobierno de la ínsula, y esta tarde os acomodarán del traje conveniente que habéis de llevar y de todas las cosas necesarias a vuestra partida.
Palabra del Dia
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