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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Por último, dijo con malísimo humor: «¡Qué bien finge usted! Perdone vuecencia replicó Encarnación en el tono más cómico del mundo . Perdone vuecencia que no la hubiera conocido... Pero vuecencia tendrá que hacer diligencias y buscar papeles. Tengo papeles..., ¡y qué papeles! ¿Quiere vuecencia que le preste dos reales?..., porque tendrá que untar escribanos.
D. Francisco es de los que piensan que el dinero debe criar telarañas. En esto su apreciable marido de usted es como los lugareños ricos. ¿Por qué no le propone usted una cosa? Que me preste lo que necesito... se entiende, con el interés debido, y mediante una obligación formal. ¡Yo no quiero...! Dudo yo que Bringas...
¡Muera entonces el perro morisco! volvió a gritar San Vicente. Hablad más quedo, señor regidor; no sea que os preste ayuda la ronda. No la he menester. Pues busquemos, si os place, algún sitio más apartado, donde el rumor de las espadas no haga asomar a alguna dueña pensando que es el oro de vuestra bolsa. Vamos donde gustéis.
Bueno, mamá; no llore usted. No encuentro quién nos preste; pero estoy dispuesto a firmar lo que usted quiera, dando en garantía el huerto. Crea usted que me cuesta mucho desprenderme de ese dinero. Yo te lo devolveré, hijo mío; te lo devolveré pronto dijo la arrogante señora abrazando a Juanito y mojándole el rostro con sus lágrimas.
He rogado a mi padre que me preste unos cuantos libros de literatura y de historia; cuando esté acostumbrada a los asuntos que son el objeto habitual de la conversación, acaso mi inteligencia será más flexible y más despierta y pareceré menos tonta. Todas las personas que me rodean saben reír y bromear y como yo no sé, debo de parecer terriblemente fastidiosa.
Quiero decir, en lenguaje vulgar, que al salir a la calle recordé que don Telesforo Rodríguez, el profesor del Seminario, me ha pedido un libro que hace tiempo te presté: Nicolai Garciae; tractatus de beneficiis. ¿Lo has leído ya? ¿Puedo llevármelo? Porque si no lo has leído todavía, no me lo llevo. Tú has de sacar más provecho que don Telesforo, seguramente.
En gran parte me debe España la gloria de haber roto ella el misterioso secreto de los mares y de haber descubierto islas florecientes y extensa tierra firme, rica en perlas y en oro, que todavía se pone como valladar para impedirnos llegar a Cipango, al Catay y al imperio del preste Juan, por donde ya penetran los portugueses, siguiendo opuestos caminos y navegando hacia las regiones donde se pensaba que tenía su tálamo la Aurora.
Pues, ¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante y no conocido caballero? ¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del Preste Juan de las Indias, o en otras que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo?
Entonces recibí tantas y tan calurosas protestas de interés, que me conmoví, Blasillo. Bien pronto el círculo se engrandeció, y todos quisieron oírme contar mi desgraciada existencia. Yo me presté a ello; siempre es dulce hablar de sus desgracias a quien las compadece, y hay en ello como una miserable coquetería que impulsa a decir: Ved cómo mi herida sangra aún.
En esta ocasión no le faltó su habilidad. Con raro disimulo ganó el corazón y hechizó al capitán de una nave lusitana que tocó en Melinda de paso para Massauá a donde iba a reunirse con la flota, que había llevado a don Rodrigo de Lima y que debía volver a la India con dicho señor y con toda su pomposa Embajada, después que hubiesen visitado al Preste Juan, o sea al monarca de Abisinia o por otro nombre de la alta Etiopía.
Palabra del Dia
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