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El café deriva su nombre de la ciudad de Kaffa en Abisinia, país del que se supone que es originario el árbol del café. Su nombre botánico es Coffea arabica, porque fué en Arabia donde primero se cultivó y explotó para el uso que hoy tiene. Una planta de café ordinaria alcanza una altura de 14 a 18 pies, siendo su tronco largo y delgado sin ramas en su parte baja.

Los países musulmanes y los cristianos del Oriente, Armenia y Abisinia han quedado fieles al primer plan, y los cristianos del Occidente han empleado simultáneamente los dos, en proporciones tan diferentes, que en la actualidad, mientras la América del Norte tiene diez escuelas por cada iglesia y cuatro caballos de vapor por cada habitante, la Rusia y mucha parte de la América del Sur tienen todavía diez iglesias por cada escuela nacional y un décimo de H. P. por habitante.

Algo influyó donna Olimpia en la renaciente cultura de los abisinios, y de ello con razón se jactaba. Censuró y condenó las muy frecuentes borracheras de onfacomeli, bebida de que se abusaba mucho en Abisinia, y de cuya composición, tal como la explica el diccionario de la Real Academia Española, tantos donaires y chistes acertó a decir nuestro amigo don Manuel Silvela.

El Abuna, al mismo tiempo, tenía que enviar un mensajero y parte del diezmo al Patriarca de Alejandría, de quien era sufragáneo. Se aprovechó, pues, aquella excelente ocasión, y con la lucida y bien custodiada caravana, se largó de Abisinia donna Olimpia, en compañía del Principito, de Teletusa y de sus dos fieles escuderos que nunca la abandonaron.

Donna Olimpia proyectaba criar y educar a su Principito con el mayor esmero por monjes benedictinos, ya que todavía ni San Ignacio de Loyola, ni San José de Calasanz habían fundado escuelas; y luego que estuviese bien educado y crecido, enviarle a conquistar la Abisinia y a sacarla de la barbarie en que había caído. El corsario argelino había venido en mal hora a contrariar tan altos proyectos.

Otros se dirigían hacia el Casino y sus terrazas, pasando entre las palmeras brasileñas, de lisos y huecos fustes forrados de piel de elefante; entre los cactos sostenidos por soportes de hierro formando madejas de reptiles verdes erizados de púas; entre los nopales, altos como árboles; entre las higueras del Himalaya, con el cuerpo de torre y una copa inmensa que parecía hecha para proteger la inmóvil meditación de los fakires; entre todas las vegetaciones de la América tropical y la América templada, de la China, Australia, Abisinia y El Cabo.

En esta ocasión no le faltó su habilidad. Con raro disimulo ganó el corazón y hechizó al capitán de una nave lusitana que tocó en Melinda de paso para Massauá a donde iba a reunirse con la flota, que había llevado a don Rodrigo de Lima y que debía volver a la India con dicho señor y con toda su pomposa Embajada, después que hubiesen visitado al Preste Juan, o sea al monarca de Abisinia o por otro nombre de la alta Etiopía.

La característica de la civilización greco-romana, que en veinte siglos preparó el terreno sobre el cual se extendieron, más tarde, en simple substitución, las civilizaciones cristiana y árabe, y lo que hizo posible su prodigiosa expansión sobre los países y los continentes vecinos, fue la circunstancia de que la religión regional, sin cosmología sagrada, sin dogmas teológicos y sin gerarquía eclesiástica no cohibiera mayormente el libre juego de las capacidades naturales, como la parte progresiva de la misma circunstancia en Inglaterra su tolerancia con las costumbres y las religiones particulares de los países conquistados hasta el punto de tener dos religiones oficiales en el mismo reino unido, constituido en cuna de la libertad y refugio de los perseguidos de toda la Europa, explica la incesante expansión inglesa; como la misma circunstancia, bruscamente producida en Francia sobre el orden político y militar, por la revolución del 89, y a que se refería Napoleón al decir que todo soldado llevaba en su mochila el bastón de mariscal de Francia, explica la inopinada expansión francesa y la epopeya napoleónica, como la misma circunstancia sobre el terreno educacional, comercial e industrial en Norte América explica su portentosa prosperidad; como el cristianismo sin la ciencia europea en Abisinia, y la ciencia europea sin cristianismo en el Japón, explican el estancamiento secular del primero y el prodigioso desenvolvimiento repentino del segundo; como la circunstancia inversa el fanatismo sin pensamiento y sin ciencia, en España y Portugal, explica a su vez, el estancamiento regresivo a la manera musulmana de aquel imperio ibérico en que no se ponía el sol, cuando aquello de que ha salido toda la potencialidad moderna el espíritu humano estaba aún en todas partes prisionero de los siglos pasados, como dice Ugarte; cuando la esperanza en los milagros de la fe obstruía en todas partes el advenimiento de los milagros de la ciencia y la inteligencia humanas.

Terrible situación era esta para una reina, aunque fuese de Abisinia y de la mano zurda.