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Actualizado: 10 de julio de 2025


Para nosotras, para las señoras salta la de Esquilón la política está aburridísima en estos momentos que, según dicen, son históricos. Yo no qué falta, pero algo falta. Falta la presidenta dice Petrona. elemento necesario, imprescindible, de toda presidencia completa. ¡Cierto, Petrona! exclama la joven viuda, dándose una palmadita en la tersa frente; ahora caigo.

Reían al verle trémulo sobre sus patas, agitando los flancos como los costados de un fuelle, mugiendo con chillón alarido de dolor, los ojos enrojecidos, y arrastrando su lengua por la arena, ávido de una sensación de frescura. Gallardo aguardaba apoyado en la barrera, cerca de la presidencia, la señal para matar. Garabato tenía sobre el borde de la valla el estoque y la muleta preparados.

Aplaudía la gente, gritaban los más entusiastas y nerviosos, rugía la música, y en medio de este estruendo, que iba esparciéndose por ambos lados, desde la puerta de salida hasta la presidencia, avanzaban las cuadrillas con una lentitud solemne, compensando lo corto del paso con el gentil braceo y el movimiento de los cuerpos.

Madrid solo brilla los juéves y viérnes santos por su lujo exorbitante en los atavíos de las gentes, las ceremonias cortesanas y dos procesiones muy sencillas por su tren, pero que llaman mucho la atencion por la suntuosidad de los cortejos que las acompañan bajo la presidencia personal de la reina y su consorte.

Para llevar a cabo sus nuevos planes, eligió lo que había de aprovechable entre lo arrojado de su casa y lo que conocía de lo de fuera; después autorizó a los escogidos para que escogieran a su vez, sin pararse en pelillos de linaje: podían espigar en varios campos, en todos los que se dieran ingenios bien educados, desde la presidencia del Consejo de ministros, hasta el humilde rincón de la obscura gacetilla.

Varias cestas de labores y algunos bastidores de bordados indicaban que allí tenía la señora condesa el taller de educación y trabajo de sus niñas. Una pequeña pero anchísima silla, de fondo hundido por el peso constante de corpulenta humanidad, denotaba el lugar de la presidencia.

Miraba a los tres caballeros, que se habían detenido algo más arriba, junto al jardín de Casa Riera. Parecía que se despedían. En efecto, dos siguieron hacia la Presidencia, y el del gabán claro bajó por la calle de Alcalá. ¡Instante tremendo, que no olvidaría jamás D. José Relimpio aunque viviera mil años!

El ruido había disminuido bastante; gracias a esto se percibían los acordes de la charanga de hospicianos, que hasta entonces no había logrado hacerse escuchar. Los espectadores sacaban los relojes y dirigían miradas significativas a la presidencia.

Señor presidente, yo entiendo que se vulneran los derechos de la acusación... ¡Llamo por segunda vez al orden al letrado! gritó más furioso aún el presidente, levantándose a medias del asiento y golpeando la mesa con la campanilla. Pues formulo la correspondiente protesta. Proteste usted cuanto quiera, pero absténgase en lo sucesivo de dirigir palabras irrespetuosas a la presidencia.

Como yo he dejado ya el luto las cosas ¡ay! no tienen remedio es la fiesta que más me hubiera gustado. ¡Qué diferencia con Sáenz Peña! ¡Ah, Roque...! exclama Petrona. ¡Tan culto, tan ilustrado, tan espiritual, tan rumboso! dice la de Esquilón. Dió a la presidencia cierta majestad amable, un tono que nunca tuvo, una distinción suprema, entre aristocracia de corte y aristocracia de estancia.

Palabra del Dia

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