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El momento era crítico; la Naturaleza rugió con toda su indómita fiereza; sentía el calor de su rostro sobre el mío, su cuerpo tibio sobre mi pecho; sus lágrimas de fuego caían sobre mis labios, su piel candente me quemaba, perdí la razón por un momento, abrí los brazos, se me nublaron los ojos y en un segundo de locura, bramando de cólera y de pasión, me iba a arrojar sobre aquella mujer como en un precipicio, cuando un relámpago de la razón iluminó mi frente y pude detenerme en el borde del abismo a que me había arrastrado un instante la fuerza estúpida de la carne.

»Valiéndome de un símil harto viejo, pero que me es aquí muy necesario para hacerme comprender más fácilmente, en aquella suprema ocasión me encontraba sobre el borde de un precipicio, sola, sin alientos para retroceder y comenzando a sentirme dominada por el vértigo de los abismos.

A mediados de Noviembre, Fortunata estaba algo desmejorada. Observándola, Ballester se decía: «¡Cuando yo digo que me debía querer a en vez de consumir su vida por ese botarate! ¡Qué mujeres estas! Son como los burros, que cuando se empeñan en andar por el borde del precipicio, primero lo matan a palos que tomar otro camino».

Ya dije a usted la vehemente y criminal pasión que en Carratraca inspiré a D. Pepito, y lo mucho que éste me ha solicitado, atormentado y perseguido viniéndose a mi pueblo. Crea usted que yo no he dado a ese joven audaz motivo bastante para el paso, o mejor diré, para el precipicio a que se arrojó hace algunas noches.

Cuando sopla el viento sobre esas ramas, caen con ruido metálico trozos de nieve helada. Un movimiento vibratorio general agita el bosque oculto y el brillante techo que lo cubre. A veces hay una rotura, despréndese un alud en lo interior y aparece un precipicio, que continuará abierto hasta que lo oculte otra borrasca con un puente de hielo.

Entumécense nuestros miembros: nuestro paso pierde la seguridad; estamos expuestos á resbalar en la hierba ó en la roca húmeda y á caer en él precipicio.

El sendero tan pronto se acercaba a la torrentera, llena de malezas y de troncos podridos de árboles, como se separaba de ella. Los soldados caían en este terreno resbaladizo. A cierta altura, el torrente era ya un precipicio, por cuyo fondo, lleno de matorrales, se precipitaba el agua brillante. Mientras marchaban Martín y Briones a caballo, fueron hablando amistosamente.

Sucedíame entonces lo que al temerario que por un falso pundonor, por un arranque nervioso y de mal disfrazada vanidad, desciende al fondo de un precipicio. Ya está abajo, ya hizo la hombrada, ya demostró con ella que llega hasta donde llegue el más intrépido... Corriente. Pero ahora hay que subir. ¿Cómo? ¿Por dónde?... ¡Y allí es ella, Dios piadoso!

Si Antoñuelo, que era un perdido, iba allí y trataba con la mayor familiaridad a Juanita, esto consistía en que Antoñuelo se había criado con ella desde la infancia; en que ella le miraba y candorosamente le quería como a un hermano, y en que procuraba evitar que se extravíase y cayese en el precipicio.

De hondonada en hondonada; y de precipicio en precipicio, dieron las cabalgaduras con nuestros huesos en el término de la ascensión. Nos encontrábamos en la línea que divide las provincias de Cavite y Batangas. La división de estas provincias la deciden la dirección de las corrientes que se deslizan por las pendientes del Sungay.