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Actualizado: 9 de junio de 2025
Ya se que afirmas que no sabes cómo el ciego impulso de mis potros domo; pero perdona si a mi vez te arguyo. Que este mi amor es impetuosa fiera que sólo una mujer domar pudiera con un mirar celeste como el tuyo. Antes de abandonarte, ciudad maravillosa, que ungiste de alegrías mi peregrinación, quiero dejar prendida en tu escudo una rosa, que yo he santificado ante el altar de Otón.
Junto á las corrientes de agua, en el centro del cauce y en las riberas que la humedad había cubierto de una débil capa de césped, trotaban las manadas de potros sin domar, al aire la luenga crin, arrastrando la cola por el suelo.
El trabajo de ellos se reduce á tomar yeguas y potros silvestres, cazar zorrillos, leones, tigres y venados, de cuyas pieles hacen las indias quiapís y guasipicuás, y de las plumas de avestruz hacen plumeros, siendo ellas las que todo lo trabajan, pues les dán de comer, cargan las cargas, mudan los toldos y los arman: y aunque las vean los indios, quienes están echados de barriga, no se mueven á ayudarlas en nada; antes sí, si es poco sufrido, se levanta, y con las bolas que nunca las dejan de la cintura, le dan de bolazos, y á esto no llora ni se queja la india.
Pero en Jerez, el rico estaba sobre el pobre a todas horas, para hacerle sentir su influencia. Era un centauro rudo, orgulloso de su fuerza, que buscaba el combate, se embriagaba en él y gozaba desafiando la cólera del hambriento, para domeñarle como a los potros salvajes en el herradero. El rico de aquí es más gañán que el trabajador decía Salvatierra.
Cuando cada monarca de la tierra Sobre un cráter de horror su espada afila, Y muere en flor la pompa de la tierra Bajo los potros del moderno Atila; Cuando Europa, violada y destruida, En ese loco batallar sin nombre, Siente que escapa su divina vida En el agonizar de cada hombre; Sólo tú, paladín excelso y franco, Caballero ideal de punta en blanco, Guardas tu espada de encendida lumbre.
¡Musas, decidme los nombres de los guerreros que allí cayeron ó salieron descalabrados bajo los garrotazos de los hijos magnánimos de Entralgo, porque yo no acierto á contarlos! Tú, bizarro Angelín de Canzana, tumbaste de un estacazo en medio de la cabeza, al esforzado Luisón de la Granja, hijo del tío Ramón, famoso domador de potros.
Y eso que el buen hombre, gracias á su amigo, no había caído en la mayor ratonera de Madrid; no había sido martirizado en el más cruel de todos sus potros: en las casas de huéspedes; ni había, gracias á su corteza ruda y á su sencilla educación, visitado la corte por dentro.
442 Recorre luego la fila, frente a cada indio se para, lo amenaza cara a cara y, en su juria, aquel maldito acompaña con su grito el cimbrar de la tacuara. 443 Se vuelve aquello un incendio mas feo que la mesma guerra: entre una nube de tierra se hizo allí una mezcolanza de potros, indios y lanzas, con alaridos que aterran.
Y finalmente se les montaba, para hacerles dar vueltas, al principio sin soltar la cuerda, luego manejándolos con las riendas. ¡Los potros que él llevaba desbravados, animales casi salvajes, que inspiraban miedo a muchos!...
Al trote de un rocín miserable, y con el mono sabio a la grupa, va el picador, cuyas formas atléticas contrastan con el tipo enclenque de algún señorito que sirve de cochero a su lacayo; y en potros inquietos que bracean con fuerza van el chalán que deja la bestia en un merendero durante la corrida, y el alguacilillo vestido como los que aborreció Quevedo.
Palabra del Dia
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