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Actualizado: 26 de mayo de 2025
He tenido que contenerme, para no ponerla en la calle declaró la dama haciendo todo lo necesario para mostrarse poseída de un furor sacro, hijo legítimo del sentimiento de la dignidad . Es osadía metérsenos aquí y venir con recados estúpidos de la buena pieza de su hermanita... otra que tal. ¡Ni qué nos importa que Amparo se interese o no por nosotros!... Pues los sentimientos de Agustín también me hacen gracia... Una gente para quien el catecismo es como los pliegos de aleluyas... Yo estaba volada oyéndola.
Ir, como se hace, en veinte horas de París al Mediterráneo, atravesando un clima tan diverso cada sesenta minutos, es el colmo de la imprudencia para una persona nerviosa. Llega ésta ebria á Marsella; agitadísima, poseída del vértigo.
En cualquiera otra circunstancia, es probable que todo esto no me hubiera chocado; pero viniendo en seguida de la reprimenda de la abuela para celebrar mi vigésimoquinto aniversario, me sentí poseída de una ardiente curiosidad: El horror de la abuela pensé instantáneamente, ¿será un resto de paganismo olvidado en su cerebro?
Se cumpliría el deseo del abuelo abortado en el padre. ¡Este sí que será abogado! decía doña Bernarda poseída del mismo afán que el viejo por aquel título que era el ennoblecimiento de la familia.
A doña Rebeca le temblaron los pellejos a falta de otra cosa, y la poca carne con que Narcisa contaba para adorno de su persona se puso toda de gallina, muy áspera y granujienta; Julio se revolvió en la cama hostil quejoso, y la niña de Luzmela se sintió poseída de una vaga inquietud.
Estaba en la situación más favorable a su deseo que pudo soñar mujer amante: para ella querer era poder, y en vez de fijar el día del casamiento, constantemente lo aplazaba, cuándo con astucia, cuándo con energía, ya fingiendo prolongar la vanidosa satisfacción de verse deseada, ya mostrando recelo de que al ser poseída mermase la vehemencia del amor que había inspirado, ya negándose clara y resueltamente.
Hasta la mujer delira y se olvida de su sexo, vese poseída del frenesí que asalta á los demás espectadores. Cuando todo ha terminado, la más bella mitad del género humano lanza un suspiro rendida de fatiga, mas no satisfecha, y exclama al abandonar aquel sitio: «¡Cómo!, ¿y para esto hemos venido?» El derecho del mar.
Salvador la encontró al salir de la iglesia; iba Carmen con doña Rebeca y el marino. La señora llevaba un semblante dolorido y amargo como si estuviera bajo el peso de alguna gran desgracia. Fernando parecía un poco triste; su habitual sonrisa era algo forzada. Sólo Carmen iba poseída de íntimo gozo lleno de fulgores.
Al verla levantarse, don Juan se puso también en pie, comprendiendo que en aquel instante podía intentar un asalto decisivo. La noche, el sitio, la soledad, el silencio, la excitabilidad de que Cristeta parecía poseída, hacían apetitosa y deleitable la ocasión; mas ¿a qué atacar una fortaleza a la cual faltaba tan poco para rendirse voluntariamente?
Dijo su parte discretamente, pero sin gran calor, se adivinaba que estaba poseída de miedo. Bajó el telón en silencio. Al instante poblose el saloncillo y los pasillos de amigos de Inocencio, que venían presurosos a decirle que la exposición de su drama era lindísima. ¿Pero qué tiene Clotilde?... Apenas se mueve en la escena... ¡ella tan viva y tan suelta!
Palabra del Dia
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