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Actualizado: 20 de junio de 2025


A las pocas semanas murió de delirium tremens, por haber abierto un crédito demasiado amplio el dueño del boliche del Gallego; y como este honrado industrial creía firmemente en el santo derecho de cobrar las deudas y poseía además cierto instinto de la decoración oportuna para atraer á los parroquianos, se apropió los cuatro yacarés y la boa, adornando con ellos el techo de su tienda.

Se lo prometí, aun cuando antes hice los mayores esfuerzos para tratar de inducirla a que me diera algún indicio sobre la naturaleza del secreto que poseía este grosero campesino. Pero fue inflexible y se negó a decirme nada.

Durante el camino, aquella choza y el dinero que estaba oculto en ella habían asediado continuamente su espíritu, y había imaginado distintas maneras de halagar y seducir al tejedor, para que éste, seducido por el cebo de los intereses, se separara sin demora del dinero que poseía.

Nuncita, de quien casi siempre partían las grandes ideas, propuso que se jugase a la boba. No se sabe por qué, pero es lo cierto que este juego poseía particulares atractivos para la menor de las señoritas de Meré.

Al propio tiempo, como poseía y sabía tocar la cuerda del sentimiento, sacó mucho partido de la enfermedad de su amigo, víctima de su arrojo heroico en los momentos mismos en que lo era de una miserable injusticia. De tal modo que cuando el joven escultor se levantó de la cama gozaba de mayor reputación y gloria que si le hubiesen dado la medalla de honor.

Napoleón, por ejemplo, no vale más que Alejandro el Grande; pero Napoleón tiene cañones y otros medios de guerrear que Alejandro no tenía. Ni Kant ni Hegel valen tanto como Aristóteles; pero Aristóteles no poseía ni la vigésima parte de datos científicos que Kant y Hegel. Harto se comprende así en qué sentido y hasta qué punto el progreso es indudable.

La fe del Padre Ambrosio había sido como llama voraz que había incendiado su alma haciéndola de luz y de fuego. El entusiasmo le poseía, pero hasta entonces la envidia, nacida a par del entusiasmo, le había desgarrado el pecho y le había devorado las entrañas.

La interesante mascarita cerró cuidadosamente la puerta, y ayudada por su amante, sin muchas exigencias de recato por su parte, se disfrazó en un instante; se calzó sus botines blancos, se colocó la máscara de raso, y ambos bajaron resueltamente la escalera principal, abrieron la puerta de calle con la llave que poseía Alejandro y se encontraron muy pronto en la calle, libres como Romeo y Julieta, si Romeo y Julieta hubiesen sido sirvientes y se hubiesen escapado juntos alguna vez.

Al farmacéutico Duvierti le obligaron, poniéndole los rifles al pecho, á entregar todo el dinero que poseía, y lo mismo hicieron con los dueños y dependientes de las casas mercantiles de Celedonio Gómez, Mancebo Hno., Isidoro Campa, Cucirié y Co., J. Servet y otras muchas.

Pero las dotes de Godofredo eran interiores y por lo mismo más sólidas. No sólo poseía alma pura y virginal y un cuerpo inmaculado, sino que su inteligencia, acalorada por el entusiasmo místico, producía hermosas obras, frescas y brillantes como las rosas de Mayo.

Palabra del Dia

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