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No, no. Yo voy bien. Y , ¿cómo tienes la herida? No debe de ser nada. ¿Vamos a verla? Luego, luego; no hay que perder tiempo. Martín abrió la portezuela, y, al sentarse, dirigiéndose a la superiora, dijo: Respecto a usted, señora, si vuelve usted a chillar, la voy a atar a un árbol y a dejarla en la carretera. Catalina, asustadísima, lloraba. Bautista subió al pescante y el demandadero con él.

El viejo jefe de la patrulla abrió la portezuela del coche y echó la luz del farol al rostro de las viajeras. ¿Quiénes son ustedes? preguntó la superiora con presteza. Somos voluntarios de Carlos VII. Entonces que nos detengan. Estos hombres nos llevan secuestradas.

Cuando al dar los primeros rayos del sol á la portezuela del coche, se habrá dispertado, y bostezando, y desperezándose habrá echado una ojeada sobre el pais, que no se parece ya á lo que era el de anoche, cruzando y arreglando las piernas con el caballero de enfrente, habrá trabado quizas la siguiente conversacion. V. conoce el pais este? Un poco. El pueblo aquel cómo se llama?

La cantante, alarmada, se aproximó á la portezuela, se inclinó hacia el interior y dijo, volviéndose hacia el cochero: Plaza del... Giró sobre sus talones, entró como un relámpago en el vestíbulo y desapareció. El coche dió la vuelta y partió rápidamente sin que me fuese posible ver al que le ocupaba. El portero se aproximó y me dijo. Hermosa mujer, milord.

Poco después de la desaparición de Montiño, una litera llevada por dos ganapanes, y seguida á paso lento por un criado, se detuvo á poca distancia del alcázar, se abrió la portezuela y salió de una manera violenta una mujer. Era Dorotea. Hemos retrocedido algún tiempo. Al punto en que Dorotea, antes de encontrar á Quevedo, había ido al alcázar en busca del cocinero mayor.

Asomóse a la portezuela como si desease que el gobernador la viera, y sin contestar al respetuoso saludo que al divisarla este le hizo, metióse bruscamente para dentro y se cubrió con el pañuelo parte del rostro, como si quisiera entonces esconderse. ¡Qué mal huele la democracia! decía para ocultar a Butrón aquellas maniobras . ¡Pero qué peste echan!...

Pero sentí de nuevo el soplo frío de la noche, aumentado por el huracán que levantaba el tren con su rápida marcha, y al incorporarme vi la otra portezuela, la inmediata a , completamente abierta, con un hombre sentado al borde de la plataforma, los pies afuera en el estribo, encogido, con la cabeza vuelta hacia y unos ojos que brillaban mucho en su cara oscura.

Ciérrase la portezuela entonces con la misma dificultad que la tapa de un cofre apretado para un largo viaje, y a la fonda.

El piafar de los caballos y el ruido de las ruedas, me advirtieron á los pocos momentos que llegaba la diva. El portero se adelantó para ayudarla á bajar, se abrió la portezuela, y Jenny, cubierta de pieles, descendió ligera, enseñando una pierna admirable.

¿No entiende todavía? dijo al fin. Ni una palabra... murmuré aturdido, tan aturdido, como puede estarlo un adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde la penumbra del coche mantiene abierta hacia él la portezuela... Pero yo tenía ya casi treinta años, y pregunté al médico qué explicación razonable se podía dar de eso. ¿Explicación? Ninguna.