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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Os serviré, pues, de miedo; pero como me parece que marchamos ya sobre el puente de Segovia, que empedrado suena bajo el peso de las cabalgaduras, dejadme salir, don Francisco, y confiad en mí, y haced lo que podáis, que yo no he de dejar de ayudaros. El matón hizo parar la litera, salió de ella, y cerró de nuevo con llave.
Yo le puse bien derecho enfrente del pilar y doy un salto y póngome detrás del poste, como quien espera tope de toro, y díjele: "¡Sus!, saltá todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua."
Al sentarse Quevedo se desembozó y dejó ver una línea de luz por un resquicio de su linterna. ¡Oh! ¡traéis linterna! dijo el joven. Nunca voy sin ella. ¿Me prometéis decirme el nombre de la dama, si os doy algo por lo que podáis venir en conocimiento? Os lo prometo dijo Quevedo. Pues bien, abrid la linterna y mirad.
El hombre, la naturaleza, Dios son el triple objeto de vuestra alma: romped el encanto que os detiene en esta bellísima comarca: quedan aun ciudades, paisages, talleres, monumentos donde podais ver la divinidad creando, la naturaleza obedeciendo á leyes inviolables, la humanidad arrancando el secreto de estas mismas leyes y utilizándolas hoy para surcar los mares, mañana para cruzar el espacio en alas de los vientos, al otro dia para disipar con una sola luz las sombras de la noche.
¿No teméis que llegue un día en que os pese de lo que hacéis? Algunas cosas horribles tengo hechas por ella, y todavía no me ha pesado; servidnos ahora, y después, cuando podáis, no tengáis compasión de mí... pero ahora... haced lo que ella quiere. Y señaló á Lerma con toda la autoridad y la arrogancia de un señor despótico, la puerta que conducía á la sala.
Sí, sé que sois muy hermosa. La hembra mejor que ha venido de Asturias. Muchas gracias, caballero: ¿y vos quién sois? ¡Yo!... ¿qué os importa? ¡Vaya! Soy joven; no tengo ninguna enfermedad contagiosa, ni me huele el aliento. ¿Y por qué fingís la voz? Porque no quiero que me conozcáis. ¿Os conozco yo? No; pero no quiero que me podáis conocer mañana. ¿Pero?... Os amo. ¿Que me amáis?
Siguiose a esto una conversación, por la que el desdichado don Francisco de Rivalta vino a convencerse de que yo con él sin amor me había casado, y aun sin saber Lo que el amor y el casamiento fuesen, y de esto provino que, dando un profundo suspiro, me dijo: Siéntolo, porque si mañana os prendareis de alguno, amarle no podréis, sin ofensa a Dios y sin menoscabo de la vuestra y de mi honra; pero yo juro, que si alguna vez solamente inclinada a prendaros de alguien os conociere, con mi muerte os dejaré libre, para que podáis ser dichosa.
Palabra del Dia
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