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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Valiéndose de un viento favorable, os invita á proseguir vuestra ruta, y entonces se apresura á ceñiros con sus robustos brazos. No hagáis caso de ese viento favorable y volvedle la espalda, si es posible. Navegad cuan distantes podáis de tan peligroso compañero. No boguéis en conserva, pues espiará el momento para encadenaros, comprometeros en su vertiginosa danza, engulliros.

Es que no puede darse menos á un hombre como vos; contáos casi seguramente por capitán, y para que pueda enviaros la real cédula, dejadme noticia de vuestra posada. No todavía cual ésta sea. ¡Ah! pues entonces, volved por acá dentro de tres días. Para que podáis verme á cualquier hora, decid cuando vengáis que os envía el rey. Muy bien, padre.

En este punto se detuvo la hermosa indiana, y dijo a Miguel de Cervantes: Perdonadme, señor mío, si aquí suspendo la relación de las desdichas de mi familia, que con mis propias desdichas se han continuado, que el corazón me va doliendo, más de lo que resistir al dolor puedo, al recordarlas, y harto tiempo tenemos para que yo fin y remate al cuento de mis desventuras; y porque estoy más de lo que puedo sufrirlo fatigada, y de todo punto me es necesario el reposo, yo os ruego me deis licencia para llamar a mi doncella Florela, a fin de que os lleve adonde podáis acabar de pasar la noche seguro, que mañana sabremos lo que haya de vuestro negocio, y si estáis en peligro o no lo estáis, y lo que en todo caso haya necesidad de hacer.

Y cómo habéis hallado á ese santo varón, el apóstol Eliot? Pero me parece, mi querido señor, que estáis pálido; como si el viaje al través de las selvas hubiera sido muy penoso. ¿No necesitáis de mi auxilio para fortaleceros algo, cosa de que podáis predicar el sermón de la elección? No, creo que no, replicó el Reverendo Sr. Dimmesdale.

Ciertamente que , respondió el siervo, contemplando con tamaños ojos la letra escarlata, pues habiendo llegado recientemente al país, no la había visto todavía. , Su Señoría está en casa; pero con él hay un par de piadosos ministros, y al mismo tiempo un médico: no creo que podáis verle ahora. Entraré, sin embargo, replicó Ester.

No ve una tierra nueva sin cantar Salve Regina «y otras prosas», como él dice en su lenguaje... Y este mismo soñador piadoso da lecciones de astucia y traición a su teniente el caballero aragonés Mosén Pedro Marguerit para que prenda a Caonabo, belicoso cacique, y le recomienda que le envíe emisarios con buenas palabras hasta que éste venga a visitarle. «Y como por ser indio anda desnudo le dice poco más o menos , y si huyese sería difícil haberlo a las manos, regaladle una camisa y vestídsela luego, y un capuz, y un cinto por donde le podáis tener e que no se os suelte

Pero vos no podéis, por lo mismo que sois hidalgo y leal, sacar á juicio lo de las cartas de la reina, y os sentenciarían cometiendo una injusticia, es cierto; pero las injusticias no sorprenden á nadie en España. Me debéis, pues, la vida, y os lo digo para que lo sepáis; para que no podáis olvidarme. Me estáis desgarrando el alma, Dorotea.

Medrados estamos con el paladín éste, que todavía no se ha quitado de los zapatos el barro amarillo de los breñales de Hanson y ya viene tratándonos de parlanchines. ¡Qué gente tan lista la de esta tierra, Roger! dijo Gualtero con sorna, guiñando el ojo á su amigo. ¿Cómo debemos tomar vuestras palabras, señor mío? Tomadlas por donde podáis sin quemaros, respondió Gualtero. ¡Otra agudeza!

A lo que decís que os hacen otras vejaciones, procurad que vuestros hijos entren en oficios de república para que sujetándoles os podais vengar de ellos. Y no salgais de esta órden que os damos, porque por esperiencia vereis que de abatidos vendreis á ser tenidos en algo. Usuff, principe de los judíos de Constantinopla.» =La misma respuesta en otro estilo.=

Oíd: el veneno le pondréis en una sola confitura, pero en gran cantidad; por ejemplo, en una pera; cuidaréis que no haya otra; á esa pera la pondréis un lazo rojo y negro. ¡Señora! ¡señora! Estáis demasiado turbado; voy á escribiros lo que debéis envenenar, con la señal que debéis ponerle, para que no podáis equivocaros. Y la joven se puso á escribir con mano segura, pero llorando sobre el papel.

Palabra del Dia

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