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Los dependientes le temblábamos, sin embargo, porque era áspero y cruel con nosotros, y cuando sentíamos sus pisadas en el escritorio, no sólo guardábamos un profundo silencio, sino que volcábamos la cara sobre nuestras mesas y hacíamos lo posible por aparecer abstraídos en nuestra tarea.

Continuamos la marcha y llevábamos recorrida más de la mitad del camino, unas nueve leguas, cuando Sarto se detuvo repentinamente. ¿Oye usted? me dijo. Escuché atentamente. A lo lejos, detrás de nosotros, resonaban pisadas de caballos. Eran entonces las nueve y media y en el silencio de la noche la fuerte brisa que se había levantado traía muy distintamente hasta nosotros aquel rumor lejano.

Comenzaba yo, entre sueños, á reparar en la tan, para , inusitada música, y tal vez hubiera conseguido no salir con ella del plácido letargo que me dominaba, cuando la tos, las pisadas y los gritos de mi tío que entraba en la alcoba con el objeto de despertarme, ahuyentaron completamente el sueño que, por ser el de la aurora, es el que más me gusta.

Guiomar y don Íñigo se veían tan sólo a las horas de la comida y de la cena. El anciano, sentado a la cabecera, y su hija, hacia un extremo de la tabla, entre Ramiro y el Capellán, permanecían todo el tiempo sin hablarse. En medio del angustioso mutismo, cualquier rumor, el choque de la platería, las pisadas de un paje, el grito de los buhoneros en la calle, cobraba un eco solemne.

Sus labios murmuraban el consuetudinario rezo nocturno: «Un Padrenuestro por el alma de mamá...». Oyéronse en el corredor pisadas recias, crujir de botas flamantes, y la puerta se abrió. Tomo II

Pero a poco rato perdió el estrecho sendero que había seguido hasta entonces, y que habían formado las pisadas de los pastores. El terreno se cubría más y más de maleza, de matorrales altos y espesos: era imposible seguir en línea recta; no se podía andar sin inclinarse alternativamente a uno u otro lado.

Sin ruido, lentamente, Doña Moncha se aparta de la puerta y se sienta entre los criados a desgranar espigas. Se oye alguna voz apagada, y el alarido del viento y las pisadas que vienen y van. Desgranada una cesta de mazorcas, traen otra. En la antesala vaga ahora una sombra negra, la sombra del capellán. Los pasos no dejan de oírse ni de día ni de noche. DO

Áun sonaban en el huerto sus pisadas presurosas, cuando recayendo Ayela de su miedo en las congojas, de insoportable pavor dominada, de afan loca, Radjí exclamó: vén conmigo, precédeme: el rastro toma de tu señor.

Sonó un gran estrépito en las cubiertas superiores: ruido de voces, correteos. Luego las fuertes pisadas se alejaron hacia la popa, acompañando una violenta discusión. Debían ser los de la banda, que se peleaban entre ellos. Márchate dijo Ojeda . Son las tres. Esas gentes pasean por todo el buque antes de acostarse, y te pueden sorprender.

El frío y la lluvia le habían vuelto al mundo real; miró en torno suyo en busca de una persona á quien preguntar, y se encontró solo; pero de repente, sin que antes hubiese sentido pisadas, sintió que se asían á su capa, y oyó una voz de mujer que le decía con precipitación: ¡Dadme vuestro brazo, y seguid adelante, seguid!