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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Pero, más que estos gloriosos indumentos, rameados de oro, de azul, de rosa; más que sus pipas y su melena, sobre sus discursos y sus libros, yo prefiero las paellas a la valenciana de Barriobero. Porque este terrible revolucionario es un supremo artista en sus paellas, señores míos.
Sale poco; puede vérsele todas las tardes en una tienda adjunta a su casa y que da a la calle. El mobiliario de esa estancia no es rico; paredes blancas enlucidas con cal, un banco circular de madera, cojines, largas pipas, dos braseros... Ahí recibe Sid'Omar en audiencia y administra justicia. Un Salomón de tienda. El concurso es numeroso hoy, domingo.
Así, pues, reconozco que Barriobero tiene talento, que tiene bellos chalecos de terciopelo y una gran colección de pipas; confieso que es un gran orador, un novelista sagaz y un famoso abogado. Pero yo, francamente, le prefiero y le admiro mucho más como confeccionador de paellas a la valenciana. ¡Qué queréis! Soy un Aquiles vulnerable por el estómago. La noche
Los corsos no se ocupaban absolutamente nada más que de su servicio; considerábanse como funcionarios, y pasaban todo el día en la cocina jugando siempre largas partidas de scopa, sin interrumpirlas más que para volver a encender las pipas con aire grave, y para picar en la palma de las manos grandes hojas de tabaco verde con las tijeras...
A pesar de la ley musulmana, Sid'Omar bebe un poco de él, cuando los criados no pueden verlo... Al concluir la comida, pasamos a la habitación de nuestro huésped, donde nos ofrecen dulces, pipas y café... El mueblaje de este dormitorio es sencillísimo: un diván, algunas esteras; al fondo, un gran lecho altísimo sobre el cual hay almohaditas rojas bordadas de oro... Pende de la pared una antigua pintura turca representando las proezas de cierto almirante Hamadí.
La conversación, que era en extremo animada cuando Silas llegó al Arco Iris, había sido como de costumbre lánguida e intermitente al empezar a formarse la reunión. Los clientes habituales habían comenzado por ponerse a fumar sus pipas en un silencio rayano en la gravedad.
Esto duró hasta que se oyó el repiqueteo de la campanilla; porque entonces, los chicuelos rompieron la humana valla que á duras penas habían atravesado para ver al caballero más de cerca, los viejos apagaron sus pipas, los jóvenes restregaron el fuego de sus cigarros contra el poste más inmediato y se guardaron las puntas en el bolsillo del chaleco, los que tenían la chaqueta tirada sobre los hombros, se la vistieron, y todos corrieron al templo atropelladamente para llegar á él antes que el párroco pisara las gradas del altar.
Ganaba doce francos al día: mucho más que aquellos canónigos de Toledo que en otros tiempos le parecían grandes duques. Vivía en un hotelito de estudiantes, cerca de la Escuela de Medicina, y sus discusiones vehementes por la noche, entre el humo de las pipas, con los compañeros de hospedaje, le instruían tanto como los libros de la odiada ciencia.
Es por allí que descienden á Paris las pesadas barcas de remo, ó tiradas por caballos, repletas de pipas de vino de Borgoña, de trigos y leñas, maderas de construcción y carbon, procedentes de las vastas florestas que en esas llanuras se conservan con el mayor esmero.
Los chiquillos, tendidos sobre el vientre, jugaban a la carteta a la sombra de las embarcaciones; y los viejos, fumando sus pipas de barro traídas de Argel, hablaban de la pesca o de las magníficas expediciones que se hacían en otros tiempos a Gibraltar y a la costa de África, antes que al demonio se le ocurriera inventar eso que llaman la Tabacalera.
Palabra del Dia
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