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Actualizado: 24 de julio de 2025
Pero para la liebre, vestida con su abrigado manto de suave y tupido pelo, era noche de festín, noche de pacer los tiernos retoños de los pinos, la fresca hierba impregnada de rocío, las aromáticas plantas de la selva; y noche también de amor, noche de seguir a la tímida doncella de luengas orejas y breve rabo, sorprenderla, conmoverla y arrastrarla a las sombrías profundidades del pinar....
Si la bestia anda bien, el camino que queda pronto se pasa.... Ahora tiene que seguir hasta aquel pinar ¿ve? y luego le cumple torcer a mano izquierda, y luego le cumple bajar a mano derecha por un atajito, hasta el crucero.... En el crucero ya no tiene pérdida, porque se ven los Pazos, una costrución muy grandísima.... Pero..... ¿como cuánto faltará? preguntó con inquietud el clérigo.
Mas, en el instante de hacerlo, un travieso soplo de aire que le acechaba, giró en torbellino por la chimenea abajo, reanimando el hogar y despidiendo viva claridad, de la que huyó Federico como asustado. Sus compañeros le esperaban ya en el pinar. Dos de ellos luchaban para sujetar en la oscuridad un ser extrañamente disforme, el cual a medida que Federico se acercaba, fue delineando su figura.
Sandy permanecía inmóvil; el sol descendió más y más, y entonces el reposo de este filósofo fue interrumpido, como otros filósofos lo han sido, por la intrusión de un sexo poco amigo en general de elucubraciones filosóficas. Doña María, como la llamaban los alumnos que acababa de despedir de la cabaña de madera con pretensiones de colegio, situada al extremo del pinar, daba su paseo vespertino.
Había vuelto a quedarse solo «el mayoralgu» que nunca quiso raer de Tablanca. «Aunque no era mujeriegu de por suyu», la soledad y otras penas le habían obligado a casarse también. ¡Bien casado, eso sí, «por vida del Peñón de Bejo»! con lo mejor de Caórnica, de la casa de los Pinares: doña Cándida Sánchez del Pinar.
Sí; seguramente vienen de poner parapetos detrás del pinar para defender los cañones añadió Frantz. Escucharon otra vez; los pasos se acercaban. Tú mismo no sabes qué hacer con esos tres prisioneros decía Hullin con brusquedad ; pero puesto que vas a volver esta noche al Falkenstein para traer municiones, ¿por qué no te los llevas? ¿Y dónde los meto? ¡Pardiez!
Cinco kilómetros más abajo de Talayuela, ó sea de su barca, hay una hermosa finca, denominada el Baldío, situada en majestuosa, pero muy alegre soledad. El Baldío forma una especie de anfiteatro sobre el Tiétar, que es su límite al Norte. En medio de este anfiteatro se eleva el caserío, teniendo al Sur un soberbio pinar y á los lados extensos bosques de robles ó de encinas.
Corre, revístete a escape de tus armas, monta a caballo y vete. Vertiendo muchas lágrimas de gratitud y besándole respetuosamente las manos, Plácido se despidió del abad y éste le abrazó y le bendijo. Dos horas después cabalgaba Plácido, solo y armado, por medio de un pinar espeso y por senda apenas trillada, que iba serpenteando junto a la orilla de un arroyo, entre cerros altísimos.
Así me parece contestó Federico brevemente. ¿Está la yegua aquí? Bill y Jaime la tienen ya en el pinar. Pues que la guarden un momento. Volviose y entró otra vez cautelosamente en la casa. Guiado por la débil luz de la vela que se corría y del amortiguado fuego, observó que la puerta del cuartito estaba abierta y se fue hacia ella de puntillas.
Permaneció inmóvil en la soledad del pinar, insensible a cuanto le rodeaba, como un héroe de leyenda sometido a un encantamiento. Luego se pasó una mano por el rostro, cual si despertase, coordinando sus ideas.
Palabra del Dia
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