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Actualizado: 25 de junio de 2025
Había vuelto a quedarse solo «el mayoralgu» que nunca quiso raer de Tablanca. «Aunque no era mujeriegu de por suyu», la soledad y otras penas le habían obligado a casarse también. ¡Bien casado, eso sí, «por vida del Peñón de Bejo»! con lo mejor de Caórnica, de la casa de los Pinares: doña Cándida Sánchez del Pinar.
De este modo y por aquellos motivos durmió allí, y se fueron solos, después de cenar, su marido y Neluco a casa de éste. Los primeros que llegaron al otro día bien temprano fueron dos parientes de la que fue mujer de mi tío Celso, de los Sánchez del Pinar, de Caórnica, a orillas del Saja.
Desapareció sin saber cómo don Lope; fuéronse, mientras seguía comiendo todo cuanto le ponían delante el juez municipal susodicho, los dos desiguales de Caórnica y los cinco pudientes del Nansa, aguas arriba y aguas abajo de la casona; acabó, al fin, de comer el que quedaba comiendo, y marchóse igualmente, y bien repleto, a su lugar...
Era alto, más que el de Caórnica; de luenga y puntiaguda barba blanca, moreno de color, de nariz muy prominente y aguileña, ojos pequeñitos y verdes y cejas erizadas y blanquísimas; la cabeza cubierta con un alto gorro cilíndrico de piel de nutria, y todo el cuerpo, hasta los pies, con un capotón de paño ceniciento. Parecía un mago.
Palabra del Dia
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