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Quien ha visto muchacho diligente Que en goloso á si mesmo sobrepuja Que no hay comparacion mas conveniente, Picar en el sombrero la granuja, Que el hallazgo le puso alli ó la sisa, Con punta alfileresca, ó ya de aguja: Pues no con menor gana, ó menor prisa Poetas ensartaba el Nume airado Con gesto infame, y con dudosa risa.

No quedaba duda de que el Rayo iba derecho a estrellarse inevitablemente en la costa cercana a la embocadura del Guadalquivir. No necesito decir que las velas habían sido cargadas, y que no bastando este recurso contra tan fuerte temporal, se bajaron también los masteleros. Por último, también se creyó necesario picar los palos, para evitar que el navío se precipitara bajo las olas.

Sardiola, entretanto, metiendo la mano en el bolsillo de su chaleco, sacó una mediana faca, de picar tabaco sin duda, y la arrojó a los pies de su adversario. Tome usted dijo con ese garbo caballeresco que tan frecuentemente se halla en la plebe española... a me ha dado Dios buenos puños.

La tempestad arreció al promediar la noche y fue necesario picar un palo, que quiso la desgracia quedase sujeto por un cable a la cofa, haciéndole escorar con riesgo cierto de hundirse; tres gavieros subieron uno tras otro a cortar el cable, y a los tres los arrebató la borrasca y los sepultaron las olas.

Por último, yo no tengo noticia de una casa igual, y no extraño que el jóven, profano á la vida de las grandes ciudades, pierda allí el sentido y se en cuerpo y alma al diablo de aquella tentacion. Es el talento que la víbora tiene en saber picar; pero indudablemente hay allí un talento asombroso.

Solo que los duendecillos están escondidos detrás de las puertas, y cuando les vuelve a picar el hambre, porque se han jurado comerse al portero poco a poco, empiezan a dejar escapar otra vez el aroma de las adormideras, que a manera de cendales espesos va turbando los ojos y velando la frente del portero vencido; y no ha pasado mucho tiempo desde que puso a los duendes en fuga, cuando ya vuelven estos en confusión, se descuelgan de las ventanas, se dejan caer por las hojas de las puertas, salen de bajo las losas descompuestas del piso, y abriendo las grandes bocas en una risa que no suena, se le suben agilísimamente por las piernas y brazos, y uno se le para en un hombro, y otro se le sienta en un brazo, y todos agitan en alto, con un ruido de rata que roe, las adormideras.

Los corsos no se ocupaban absolutamente nada más que de su servicio; considerábanse como funcionarios, y pasaban todo el día en la cocina jugando siempre largas partidas de scopa, sin interrumpirlas más que para volver a encender las pipas con aire grave, y para picar en la palma de las manos grandes hojas de tabaco verde con las tijeras...

Decíame que la partida de campo se haría mañana. Como tenía muchas cosas que decirme, esperaba que fuese aquella noche a comer a su casa. Según costumbre, el conde comió fuera de ella. Lo hicimos solos Isabel, la tía Etelvina y yo. En verdad que, con las muchas y graves noticias que la condesita me comunicó, no hice más que picar de los platos, sin comer realmente de ninguno.

A despecho de tan mezquino atavío, no qué flor de adolescencia empezaba a lucir en su persona; el moreno de su piel era más claro y fino, sus ojos negros resplandecían. ¿Qué tal, eh? murmuró Borrén volviéndose hacía Baltasar y Palacios . Esto empieza a picar como las guindillas.... Miren ustedes para aquí. Y tomado un candelero lo acercó al rostro de la muchacha.

Don José, el P. Jacinto, el tío Gorico y los demás amigos, muy contentos de haber abrazado á D. Fadrique, contentísimo también de verse entre los compañeros de su infancia, emprendieron á caballo el viaje á Villabermeja, que, con madrugar y picar mucho, pudo hacerse en diez horas, llegando todos al lugar al anochecer de un hermoso día de primavera, en el año de 1794.