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Ya me envían una torta de bizcocho, ya un cuajado, ya una pirámide de piñonate, ya un tarro de almíbar. Los obsequios que me hacen no son sólo estos presentes enviados a casa, sino que también me han convidado a comer tres o cuatro personas de las más importantes del lugar. Mañana como en casa de la famosa Pepita Jiménez, de quien Vd. habrá oído hablar sin duda alguna.

Ya eran buñuelos de una clase, ya buñuelos de otra, ya sopaipas, ya empanadillas, ya gajarros, ya pestiños, ya hojuelas, ya piñonate.

En otoño, por ser cuando se dan los mejores frutos, se castran las colmenas y está fresca la miel, se empleaba Juana en hacer carne de membrillo y de manzana, gran variedad de turrones y legítimo y esponjado piñonate, cuyos gruesos y dorados granos quedaban ligados con la olorosa miel bien batida.

No adornaban la mesa flores, a no ser las rosas de trapo de las tartas o ramilletes de piñonate; dos candelabros con bujías, altos como mecheros de catafalco, solemnizaban el comedor; y los convidados, transidos aún del miedo que infunde el terrible sacramento del matrimonio visto de cerca, hablaban bajito, lo mismo que en un duelo, esmerándose en evitar hasta el repique de las cucharillas en la loza de los platos.

Verdad es que D. Acisclo le agasajó y trató a cuerpo de rey, sentándole a su mesa todo el tiempo que tardó en pintarlos, lo cual fue obra de cinco meses, y luego, al partir, le hizo presente de mil chucherías, como, por ejemplo, de un pipotillo con aguardiente de doble anís, de orejones secos y de alfajores y piñonate. Los retratos lo merecían por lo parecidos. No les faltaba más que hablar.

Sucediéranse, plato tras plato, los cebados capones, manidos y con amarilla grasa; el pavo relleno; el jamón en dulce con costra de azúcar tostado; las natillas, con arabescos de canela, y la tarta, el indispensable ramillete de los días de días, con sus cimientos de almendra, sus torres de piñonate, sus cresterías de caramelo y su angelote de almidón ejecutando una pirueta con las alas tendidas.

En la sala hubo un instante de sorpresa; Josefina interrumpió su habanera; Baltasar se aproximó a la ventana; la viuda soltó el estereóscopo, y a Nisita se le cayó de las manos el piñonate.

La niña mayor de García, Josefina, se sentó al piano, después de muy rogada, y tras mil repulgos dio principio a una fantasía sobre motivos de Bellini; Baltasar se colocó a su lado para volver las hojas, mientras sus hermanas gozaban con las gracias de Nisita, que roía un trozo de piñonate: manos, hocico y narices, todo lo tenía empeguntado de almíbar moreno.

De todo lo que recibíamos de Ronda, peros, piñonate y alfajores, le mandábamos a Pura una buena parte. Pues ellos cumplían con una bandejita de dulces el día de San Antonio, y alguna cursilería de bazar en mi cumpleaños. D. Carlos era tan gorrón, que casi todos los días se dejaba caer en casa a la hora a que tomábamos café... ¡y cómo se relamía!

No se ha de extrañar, por consiguiente, que los asistentes en la tertulia tuviesen voraz apetito a eso de las once de la noche en que se sirvió la cena. En ella hubo lomo de cerdo en adobo, conservado en manteca, semejante a líquidos rubíes por el color rojo que le prestaba el aliño. Hubo también pavo asado y boquerones; exquisito vino de los Moriles; y, para postres, frutas y piñonate.