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Actualizado: 13 de julio de 2025
Llevaba los brazos y el cuello adornados de aros y collares de cobre, y de dientes de animales, y el pecho cubierto con un peto fabricado de un tejido de fibras vegetales. Rodeábale la cintura una especie de faldeta de algodón rojo, más larga por delante que por detrás. ¿Qué casta de gente es ésa? preguntó Cornelio al oído a Horn.
D. Alvaro iba armado de un peto fuerte y una celada, con una rodela acerada, á prueba de arcabuz, y una espada desnuda en la mano; y en llegando á la puerta, dijo que le hacía mal el peto y quitósele.
Desde la aldea se columbra la ciudad, caparazón que cubre una colina, como escamado peto de armadura sobre un torso yacente; armadura labrada en cobre y hierro, abollada ya; a trechos oro sucio, a trechos gris rojizo, a trechos verdinosa, de la corrosión de los años y los óxidos. De un lado sale la torre de la catedral, como lanza astillada, que aún se mantiene firme, bajo la axila.
Bordadores, sastres, guarnicioneros, todo Israel se ha echado a la calle... Los hombres, con gorro de terciopelo y medias de lana azul, gesticulando en grupos, con mucha algazara... Las mujeres, desencajadas, abotagadas, tiesas como ídolos de madera, con sus faldas escurridas, con peto de oro y el rostro rodeado por cintas negras, mézclanse uno y otro grupo chillando como gatas... En el momento de llegar yo, se arremolina la muchedumbre... Apoyado en sus testigos, el judío, personaje principal de la comedia, pasa por entre dos setos de gorros, bajo una lluvia de exhortaciones.
Hasta que Piedad dio un salto en sus brazos, y se le quiso subir por el hombro, porque en un espejo había visto lo que llevaba en la otra mano el padre. «¡Es como el sol el pelo, mamá, lo mismo que el sol! ¡ya la vi, ya la vi, tiene el vestido rosado! ¡dile que me la dé, mamá: si es de peto verde, de peto de terciopelo! ¡como las mías son las medias, de encaje como las mías!» Y el padre se sentó con ella en el sillón, y le puso en los brazos la muñeca de seda y porcelana.
Sólo un héroe de corazón fuerte podía despertarla... Y al oír los pasos férreos del conquistador, los ojos de la india virgen parpadearon, extendió los brazos, y sus pechos vinieron a aplastarse sobre el peto de una armadura. Era el héroe prometido; el amor que despierta bajo la caricia del guantelete metálico; el abrazo fecundador acompañado en sus temblores por un tintineo de armas.
Aquellos oficiales de calzón blanco y peto rojo, que con la espada al costado y el bicornio sobre el muslo escoltaban a Dios, tenían sin duda noticias de su existencia; alguno habría oído hablar de él, y tal vez guardaba su nombre en la memoria como el de un enemigo de la sociedad. ¡Y el réprobo repelido por todos, refugiado en un hueco de la catedral, como las aves aventureras que anidaban en sus bóvedas, era el que guiaba el paso de Dios por las calles de la religiosa ciudad...!
A toda hora atormentábala el temor de que cuando muriese la colocaran en un ataúd demasiado corto, donde no pudiera estirar las piernas. Era muy modesta, suave, de lindo rostro exangüe, como se pinta a las monjas y a las santas. Mientras hablaba, sus largos dedos blancos arreglaban los encajes rotos de su peto.
El era zafio, mal educado, travieso y atrevido; tenía pocos alcances y una voluntad tan realenga, que ni a su padre se sometía; peto en estos mismos defectos se fundaba la amistad de Juanita hacia él. Juanita había adquirido y conservaba tai imperio sobre aquel muchacho, que lograba que la respetase, temiese y obedeciese como un perro a su amo.
Entonces se mostró con bárbara grandeza el coraje de aquel hombre. Hizo que calentasen en una hoguera el peto y el espaldar de una coraza, y cuando las dos planchas de acero estuvieron al rojo blanco, ordenó que se las aplicasen al mismo herido con unas tenazas. Negábase el cirujano a esta horrible curación, pero él le amenazó con la horca para que obedeciese.
Palabra del Dia
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