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Actualizado: 18 de julio de 2025
Pedro Real se mordió el bigote rizado cuando vio que no iba a ser Sol su compañera en el pescante. Y con Adela iba muy cortés. Pero ¿Ana no necesitaría nada? Juan, ¿irá Ana bien? Deberíamos bajar. ¡Voy a bajar un momento, a ver si Ana va bien! Bajó muchos momentos.
El mayoral, en el pescante, entre el cupé y la berlina, como un Phaeton que conduce su alado carro. El zagal, á su lado, ó prendido de un garfio del pescante, á guisa de apéndice. El delantero, á caballo sobre la bestia primera de la fila izquierda, dando la direccion á las diez mulas.
Por fin vieron a Nelet, que guardaba el cochecito del señor Cuadros. Vestía de blusa, pues la carretela de las señoras era de alquiler y tenía cochero propio. Iba a subir el señor Cuadros en su pescante y empuñar las riendas, cuando el cazurro muchacho se rascó la cabeza y pareció recordar algo. Oiga, don Antonio; don Eugenio me ha dado este papel, encargándome mucho que no tardase en entregarlo.
Ve un enorme paraguas, del que se sirven los criados cuando van en el pescante; apodérase de él: ya está pronta... mas cuando quiere salir nota que la puerta del vestíbulo se halla cerrada por una gran barra de hierro. Procura levantarla, pero la barra está fuerte, resiste, y el gran reloj del vestíbulo deja oír en aquel momento cinco golpes. ¡El sale en ese instante!
¿No vé usted que soy oficial? preguntó Martín. No importa replicó el viejo . ¿Quién va adentro? Dos madres recoletas que marchan a Logroño. ¿No saben ustedes que en Viana están los liberales? preguntó el viejo. No importa, pasaremos. Vamos a ver a esas señoras murmuró el vejete. ¡Eh, Bautista! Ten cuidado dijo Martín en vasco. Descendió Urbide del pescante y tras él saltó el demandadero.
El cochero quitó la manta á los caballos, les puso las riendas y enseguida montó en el pescante, un poco aturdido por la oscuridad y por el vino. Empezaba á quedarse dormido, cuando se abrió la puertecilla y una señora muy tapada y que hablaba con alguien que se quedaba en el jardín, abrió vivamente la portezuela del coche y montó.
La aguadora estaba saboreando su frugal comida, y el estanquero dormitaba echado de bruces sobre la piedra de probar la moneda. De repente llegó el coche de Paz y se detuvo junto al paseo ancho. Vámonos dijo ésta viendo tirarse al lacayo del pescante.
Un vez depositado el cuerpo en la caja, el socio de Tennessee lo cubrió con una tela embreada, montó gravemente en el estrecho pescante delantero, y con los pies sobre las varas, arreó al jumento, avanzando el vehículo lentamente, con aquel paso decoroso que, aun en circunstancias menos solemnes, es habitual a tan inteligentes cuadrúpedos.
Sintió frío y pidió a Kate un ligero abrigo en que se envolvió pensativa siempre y silenciosa... Seguía aquella luz alumbrando en su alma, y a su reflejo parecióle contemplarse a sí misma por fuera de sí misma, como debía de contemplarla el desconocido Pedro Fernández, sentada en aquel pescante al lado de Jacobo... Instintivamente miró a este, y por primera vez en la vida parecióle lo que no le había parecido nunca: le pareció un cómplice.
La mano de la Judic es la más bonita de París. En las carreras es donde se lucen los mejores vestidos. ¡Qué linda estaría Adela, en el pescante de un coche de carreras, con un vestido de tila muy suave, adornado con pasamanería de plata! ¡Ah, y con un guía como Pedro, que conocía tan bien la ciudad, qué pronto no se estaría al corriente de todo! ¡Allí no se vive con estas trabas de aquí, donde todo es malo!
Palabra del Dia
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