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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
Detenidamente examinó las cartas, conteniendo, a pesar de los pesares, nuevos accesos de risa, y dijo al cabo con aire de convicción profunda: ¡Evidentemente que esto viene de los masones!... A mí me sentencian por lo que hice y a ti te avisan que eres un mentecato por haberme encubierto...
Sorprendido y ansioso esperarás con impaciencia las bellas, las dulces, las alegres aventuras como yo las he esperado, como las espera todo el mundo. Pronto sabrás a tu costa que en este planeta alumbrado por el sol no hay más que dolor, trabajo, pesares y miseria.
Al través de su cutis blanco y transparente veíamos cómo volvía a la vida. ¡Dios eterno! No sé si sucumbirá a los goces y a los pesares humanos, sin poderlos resistir. «Anoche se mostraba muy contento porque durante el día había acusado el pulso tres o cuatro pulsaciones menos por minuto que los días anteriores.
Y estas pobres mujeres, el día en que la fatal verdad haga sonrojar sus frentes, es muy probable dividirán conmigo mis pesares y mi desesperación. Y exclamarán las primeras: ¡Ah! si lo sabía usted ¿por qué no había hablado? Pues bien; ni hoy, ni mañana, ni nunca: si sólo de mí depende, la vergüenza no sonrojará estas dos nobles frentes. Yo no compraré mi felicidad á precio de su humillación.
Tantos años de pesares y de tormentos habían ido destruyendo la salud de Doña Blanca.
Ni a galán alguno hubiera soportado doña Andrea, cuyos pesares aumentaba la certidumbre de que aquel que ella hubiera querido por tenerlo muy en el alma, que poseyese a su Sol, no sería de Sol nunca, por lo alto que estaba, y porque era ya de otra.
Más sabio que nosotros y ya menos dichoso, Teobaldo era más grave, más reflexivo. Conocía el mundo; es decir, los pesares; nosotros no conocíamos más que nuestro mutuo afecto, la amistad y la dicha. »Una mañana, brillaba el bello sol de otoño, estábamos los tres en un extremo del parque, hablábamos familiarmente, y Carlos nunca habíase mostrado más gracioso y amable.
Mi querida niña le dije, comprendo mejor que nadie los pesares y las amarguras de su situación; pero permítame decirle que los aumenta mucho, nutriendo en su corazón los tristes sentimientos que acaba de expresarme. Todo eso es muy feo, no se lo oculto, y acabará por merecer todo el rigor de su destino; pero veamos, su imaginación exagera singularmente ese rigor.
Complacióme el recuerdo de mejores años, de venturosos días; suspiraba yo por la tranquilidad del colegio en que pasé dos lustros, y me parecía que las alegres memorias de la infancia alejaban de mí pesares y dolores. ¡Angelina! ¿Dónde estaba Angelina? ¡Cómo lloraría por la enferma! ¡Gabriela! ¡Qué dulcemente consolaría a su amigo!
Y en cuanto á usted, querido amigo, no tenga pesares, créame: posee usted en sí mismo lo que más se parece á la felicidad en este mundo, y gracias al Cielo, creo que siempre lo poseerá: la paz de la conciencia y la varonil serenidad de una alma consagrada al deber. Este anciano tiene razón, sin duda alguna. Estoy tranquilo y sin embargo, no me siento dichoso.
Palabra del Dia
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