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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Más allá veíanse suaves contornos de montañas, que ondulaban cayéndose como si estuvieran bebidas; luego había un poco de mar, otro poco de río, el confuso perfil de una ciudad con góticas torres y almenas; y arriba, en el espacio destinado al cielo, una oblea que debía de ser la Luna a juzgar por los blancos reflejos de ella que esmaltaban las aguas y los montes.
Y por eso sus ojos tienen cercos tan profundos y su boca esa mueca de melancolía: porque los días huyen, huyen... ¡y Rodolfo no llega nunca! Perfil de tragicomedia MI querido cofrade D. Amaranto Peláez es un virtuoso covachuelista, muy digno de una hornacina en el martirologio moderno.
Era éste un hombre de mediana estatura, frágil, y vestido con arreglo á las leyes de la más estricta elegancia inglesa. Bajo la ancha frente, su rostro, según aparece en la hermosa caricatura que le hizo Cappiello, se modelaba sobre la línea vertical de un perfil lleno de voluntad. Hablaba en voz baja, y sus manos, débiles y blancas, accionaban muy poco. Parecía distraído.
Nada había cambiado, y la misma tía Liette, recta y menuda con su traje sencillo de lana, con su bello perfil de camafeo bajo el cabello apenas encanecido en las sienes y su mirada límpida que reflejaba la serenidad de su alma, la misma tía Liette había envejecido tan poco, que al preguntarle de repente Carlos: Tía Liette ¿cuándo vas a pedir tu jubilación?
Doña Lupe y Fortunata entraron, precedidas de Severiana, en el aposento de la enferma, que estaba incorporada en la cama. Le habían cortado el pelo días antes para poderle curar la herida de la cabeza; su perfil romano se había acentuado; era más fina la nariz, la quijada inferior abultaba más, y la extenuación le agrandaba los ojos.
Bien pronto el canónigo ve aparecer, a lo lejos, sobre las colinas, las sombras grises de los campesinos que se dirigen al Mercado Grande, junto a San Pedro. Comienza extenso rumor, cantos de corral, golpes de martillos en las bigornias, crujir de cerrojos, voces indefinidas. El sol acaba de asomar sobre el perfil de un collado.
El tronco era realmente un tronco, un leño robusto, asentado sobre cuatro patas, más ancho por la grupa que por los pechos, y sobre ellos se levantaba una tabla ancha y delgada, a manera de cuello, en donde encajaba, con juego articulado y la planta hacia arriba, una horma de hierro, que vista de perfil era enteramente una cabeza de caballo.
Catalina le veía perfectamente, como en medio del día: allí estaba el viejo, y su lúgubre perfil se destacaba a unos diez pasos, con los ojos fulgurantes, blandiendo su larga flecha azul en las tinieblas y tratando de alcanzar a la labradora. ¿Qué hacer? ¡Someterse, sufrir su muerte!... Así los más firmes caracteres se sienten carcomidos por un destino fatal: la anciana se creía señalada de antemano; veía a aquellos hombres saltar como lobos, darse tajos y pararlos, a la luz de la Luna.
Quería escaparme á toda costa, ya para morir, ya para recobrar mis fuerzas y la tranquilidad de mi espíritu en la soledad. Sin saber fijamente á dónde dirigía mis pasos, salí de la ruidosa ciudad y caminé hacia las altas montañas, cuyo dentado perfil vislumbraba en los límites del horizonte. Andaba de frente, siguiendo los atajos y deteniéndome al anochecer en apartadas hospederías.
Le parecía ver a través de una nube del cálido vapor de la emoción los ojos verdes, grandes, luminosos, la nariz graciosa, de alillas palpitantes y rosadas, y aquel cabello rubio que caía sobre la tez blanca, con transparencias de nácar, surcada de venas débilmente azules. Era un perfil de hermosura moderna, graciosa y picante.
Palabra del Dia
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