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Actualizado: 20 de julio de 2025


Me llamaron a comer, sentéme a la mesa y no comí, ni siquiera supe disimular bien las inquietudes que eran la causa de ello delante de mi tío que no me quitaba ojo; inventé para tranquilizarle una mentira sandia y mal zurcida, y al fin me levanté de la perezosa, dejando al pobre señor persuadido de que mi resignación estaba a punto de agotarse en presencia de aquel negro temporal.

Cuando cada manjar «le puede comer un ángel» de bien sazonado que está, como dice la tía Simona, y todos ellos quedan cuidadosamente arrimados á la lumbre para que se conserven en buena temperatura, precédese á otra operación no menos solemne que la cena misma: poner la mesa perezosa.

Aunque había algunas jóvenes limpias, de aquel montón de hijas del trabajo que hace sudar, salía un olor picante, que los habituales transeúntes ni siquiera notaban, pero que era moleslo, triste; un olor de miseria perezosa, abandonada.

Y volvió a reírse, y me reí yo también, pero de dientes afuera, con lo cual, dejando ambos el balcón, volvimos a la cocina, en cuya perezosa se me antojó desayunarme aquella mañana.

Mi tío y yo, como lo solíamos hacer a menudo, cenamos en la perezosa: él su correspondiente ración de leche, alimento único que te había prescrito Neluco últimamente, por convenir tanto a su invencible inapetencia como a la índole de su enfermedad, y yo los ordinarios condumios de Tona y de su madre, a los que se había ido haciendo mi estómago agradecido.

Ya sabes que no soy perezosa; digo a trabajar, y... ¡a trabajar! Ha quedado la casa lindísima, lindísima, porque el orden y el aseo todo lo embellecen. Cuando llegamos toda estaba triste y sombrío. Lo que es ahora da gusto pasear por estas piezas. Sólo yo no lo tengo para nada, porque la tristeza me mata.... A cada rato me dan ganas de llorar.

Principia siempre a hablar con cierto desdén altanero, y su palabra en los primeros momentos es perezosa y torpe; parece que está distraído como si le arrancasen de improviso al mundo de reflexiones sabias y profundas donde habita a la continua. Mas a medida que el tiempo trascurre y el asunto penetra en él, toma calor y su discurso adquiere un brío extraordinario.

Clasificando estaba unas chapas de cobre, cuando asomó Pipa la cabeza dentro de la tienda. ¿Qué traes , pillete? le interrogó, mirándole por encima de las gafas. Esto contestó lacónicamente Pipa, depositando el género sobre una mesa. El mercader de estopas y de cobre lo miró un instante como para evaluarlo, y sacó del bolsillo, con mano torpe y perezosa, media peseta que dió al raquero.

Eso podrá servir de aviso a todo el pueblo liberal.... ¿Vendrán los de la Fábrica? ¡Ya lo creo! exclamó Parcerisa . Ahora mismo voy yo allá a calentar a la gente. Esto no nos lo puede prohibir el gobierno.... Como no se alborote.... El entierro fue cerca del anochecer. Sólo así podían asistirlos de la Fábrica. Llovía. Caían hilos de agua perezosa, diagonales, sutiles.

Mas no calma el infinito anhelo de la idea rebelde o redentora; si se apagan los astros en el cielo, la luz presiente de la nueva aurora. Por eso, el alma mía, para llenar ese vacío horrible, a otras regiones ascender ansía... mas ¡ay! ¿será posible? ¿Porqué, cuando la noche perezosa envuelve la ciudad en el misterio, así me atrae la olvidada fosa, perdida en un rincón del cementerio?

Palabra del Dia

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