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Actualizado: 20 de julio de 2025


El joven no hizo ademán alguno que indicara intención de moverse, y en la misma actitud perezosa en que estaba, mirando de soslayo a sus compañeros de plantón, dijo así: «Hace como unos cinco cuartos de hora iba en un coche por la calle de Atocha... Entró por la calle de Cañizares... Hace como unos tres cuartos de hora, vi el mismo coche atravesar la plaza de Santa Cruz hacia la calle de Esparteros...».

Con estos dos famosos me enemisto, Que haviendo levantado á la poesia Al buen punto en que está, como se ha visto: Quieren con perezosa tirania Alzarse como dicen á su mano Con la ciencia que á ser divinos guia. Por el solio de Apolo soberano Juro ... y no digo mas: y ardiendo en ira Se echó á las barbas una y otra mano.

No cantaba la alondra, como en el jardín de Verona anunciando el alba a los amantes de Shakespeare; pero comenzaba a oírse el chirrido lejano de los carros en los caminos de la campiña, y una canción perezosa y soñolienta entonada por una voz infantil. Adiós, Rafael... Ahora que es el último. Nos van a sorprender.

La conversación, ya perezosa, daba entonces en la astronomía y se paraba en el concepto de lo infinito; se acababa por tener un deseo vago de oír música. Entonces Quintanar recordaba que se cantaba aquella noche El Relámpago o Los Magyares; levantaba el campo, y paso a paso, volvían a la soñolienta Vetusta dejándose resbalar por la pendiente suave de la carretera.

Doña Bernarda sentíase orgullosa al contemplar a su Rafael, alto, las manos finas y fuertes, los ojos grandes, aguileña la nariz, la barba rizada y cierta gracia ondulante y perezosa en su cuerpo que le daba el aspecto de uno de esos jóvenes árabes de blanco alquicel y ricas babuchas que forman la aristocracia indígena en las colonias de Africa.

Petra recogió el servicio del café. Andaba perezosa. Entró y salió muchas veces. El ama no la veía siquiera, miraba, sin mover los párpados, a la hornilla negra y fría. La doncella se comía con los ojos a la señora. «¡No va al teatro! Aquí pasa algo. ¿Estorbaré? ¿Me necesitará?». ¿Querrá algo la señora? preguntó. Sobresaltada la Regenta, respondió: ¿Yo?... ¿qué?... Nada; vete.

Su actividad, cuando es fecunda, puede condensar en un minuto más hechos, más ideas, más creaciones, más gloria y más infierno, que otra inteligencia reacia, perezosa y torpe, durante siglos de siglos. Última moralidad. Todo es relativo, como decía D. Hermógenes. No hay menos ni más.

A los cinco minutos Emma abrió los ojos desmesuradamente, y con una tranquilidad fría y perezosa, dijo, en una voz apagada que horrorizaba siempre a Bonis: Hueles a polvos de arroz. En las novelas románticas de aquel tiempo usaban los autores muy a menudo, en las circunstancias críticas, esta frase expresiva: «¡Un rayo que hubiera caído a sus pies no le hubiera causado mayor espanto!».

La masa de follaje del Sotillo se teñía de amarillo. Con una ojeada perezosa y distraída Elena abrazaba el bosque y el vasto horizonte, fijándola con insistencia en sus confines azulados. Aquel noviembre venía seco, pero frío ya.

A su derecha tenía Trabuco a Joaquín Orgaz que hablaba sin cesar con su pareja, una americana muy rica y muy perezosa. Como el salón era estrecho y las costumbres vetustenses un poco descuidadas, las parejas, mientras no les tocaba moverse, se sentaban en la silla que tenían detrás de muy cerca.

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