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Actualizado: 25 de octubre de 2025
PERDICES ASADAS. Limpia y preparada la perdiz, se frota con zumo de limón y se rellena con un picadillo de setas cocidas, los hígados de la perdiz, jamón, tocino y perejil; se espolvorea un poco de sal, se embadurna de manteca, y se mete al horno.
No hay aquí mucho trabajo, pero bueno es que sepa usted, amigo mío, ¡que aquí no se pierde el tiempo! Puede usted ordenar lo que guste... respondí, sentándome en una silla de ojo de perdiz, muy vieja y vacilante. Vendrá usted a las ocho de la mañana, en punto, como ahora. A las ocho... ¿me entiende usted? ¡En punto! Saldrá usted a la una, hora de ir a comer.
Saborear la mejor perdiz y la mejor lamprea de la plaza y usar con codos y rodillas la mejor batista, y enredar los dedos entre los mejores encajes, y derramar por sábanas, camisas, corsés, medias y pantalones, las esencias más caras, con profusión, causando el asombro de Eufemia, era género de delicia que se aumentaba con la idea de la mala pasada que les estaba jugando a todos aquellos parientes, en particular a Bonis y a su tío.
No la encontró; y para figurarse algo parecido pensó en su reclamo de perdiz, escogidísimo regalo de Frígilis. «Si mi mujer supiera que sólo puedo disponer de dos horas y media de descanso, me dejaría volver a la cama». Pero la pobrecita lo ignoraba todo, debía ignorarlo.
Tenía miedo de estos enternecimientos que no servían para nada». La luna la miraba a ella con un ojo solo, metido el otro en el abismo; los eucaliptus de Frígilis inclinando leve y majestuosamente su copa, se acercaban unos a otros, cuchicheando, como diciéndose discretamente lo que pensaban de aquella loca, de aquella mujer sin madre, sin hijos, sin amor, que había jurado fidelidad eterna a un hombre que prefería un buen macho de perdiz a todas las caricias conyugales.
Siguiendo el hilo, prendiendo á Cosme Aldaba, atormentándole, se sabrá que el tal Cosme envenenó en las cocinas una perdiz destinada al almuerzo de la reina, que la entregó para que la sirviera el paje Cristóbal Cuero, y el paje, preso y sujeto al tormento, declarará que puso en la mesa de su majestad la perdiz envenenada; pero todas las pruebas recaerán en el sargento mayor don Juan de Guzmán.
¡Vil ratón de cocina! ¡asesino! ¡infame! exclamó el cocinero mayor ; ha muerto por haber comido una perdiz que se sirvió en la mesa de su majestad. Todos se pusieron pálidos; pero Cristóbal Cuero conservó toda su serenidad. ¿Y ha comido la reina? dijo. La providencia de Dios ha salvado por fortuna á su majestad.
Cuando después de rodar por anchas y magníficas calles se detuvo el simón frente a la fonda de la Alavesa, saltó Lucía al suelo ligera como una perdiz, diciendo al comisionado: Suplico a usted que me ayude a bajar a esta señorita, que viene enferma.... Pero fijándose de pronto en la cara de aquel hombre, exclamó dando una gran voz: ¡Sardiola!
PERDICES RELLENAS. Se hace un picadillo con el hígado de las perdices, tocino raspado, sal, perejil y cebollas; este relleno se mete en el cuerpo de la perdiz y se cuece; en seguida se vuelven las patas sobre el pecho, se rehoga en la cacerola con manteca, y después se pone a asar. Se sirve con jugo claro o zumo de limón o naranja.
A ratos surgía, repentino y en gradación descendente, el trino glutinante de alguna perdiz que huía a refugiarse en su mimetismo; los teros saludaban a la distancia, lanzando su estridente grito y mientras los tordos, los cardenales y los chingolos se paseaban por el lomo de las vacas, las lechuzas parecían encogerse de hombros indiferentes o despreciativas, al levantar el vuelo de poste a poste, a medida que el break avanzaba en su camino.
Palabra del Dia
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