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Actualizado: 9 de junio de 2025
Si el puntilloso honor de nuestra casta no se hubiese trocado, agora, en acoquinamiento y bajeza, ¿quién osara tales atrevimientos? ¡Ea!: mostremos que de algo vale aquella sangre delicada que heredamos de nuestros mayores. Es tiempo ya de resoluciones varoniles. Perdamos, si es preciso, la vida en la demanda, antes que la honra.
Tío Manolillo, hace mucho frío, llueve, y yo no he dormido en tres noches, y si queréis que os oiga, metámonos á cubierto. ¿Y dónde, que no perdamos de vista esa casa? Cabalmente frente á ella hay una taberna. ¡Una taberna! yo tengo hambre y sed. Y yo también; vamos, que yo pago. Lo aprecio y lo recibo, porque no tengo blanca.
No os asustéis, yo estoy alerta. Será preciso prender á esos miserables. Dejémoslos obrar, no sea que prendiéndolos perdamos el hilo. Por lo mismo, y porque no puedan veros y conoceros, y alarmarse, os traigo á obscuras; por la misma razón, ya que estamos cerca de lo alto de las escaleras, callemos. Siguió á la advertencia del bufón un profundo silencio.
Oigo ya muy cerca los gritos de los australianos dijo el piloto. Tratemos de salvar a los más que podamos. ¡Pronto, amigos! No perdamos los minutos, que son preciosos. Lanzáronse los cuatro en medio de aquella turba de borrachos, que no querían atender a razones, y a puñetazos y puntapiés condujeron a diez o doce a la playa, y fueron arrojándolos uno a uno en la chalupa más cercana.
Y no sólo porque con la guerra exponemos á las enfermedades y á la muerte á lo más lozano de la juventud española y nos exponemos nosotros á la miseria, sino también porque con la duración de la guerra, á par de la vida de muchos de nuestros hermanos, y á par del dinero y hasta de la esperanza de ganarle que vamos perdiendo, es de recelar que perdamos también la paciencia, el juicio y el corto ingenio que Dios haya tenido la bondad de darnos.
Isagani se encogió de hombros y siguió mirando. Basilio trató de arrastrarle de nuevo. ¡Isagani, Isagani, óyeme, no perdamos tiempo! Esa casa está minada, va á saltar de un momento á otro, por una imprudencia, una curiosidad... ¡Isagani, todo perecerá bajo sus ruinas! ¿Bajo sus ruinas? repitió Isagani como tratando de comprender sin dejar de mirar á la ventana.
Gillespie acometió inmediatamente á puntapiés, la gran puerta del edificio, y finalmente hizo de su cachiporra una catapulta, derribando á los primeros embates las dos hojas chapadas de acero. ¡Ra-Ra, hijo mío gritó á toda voz , la salida está libre; huye y no perdamos tiempo!
Intentó incorporarse, Juan la contuvo oprimiéndola el talle, y aún más con el suplicar de su mirada, al mismo tiempo que decía: No perdamos tiempo en recriminaciones inútiles. ¿Me he portado mal?, pues te pido perdón. ¿Has obrado por despecho?, te perdono. ¿Nos hemos equivocado los dos, yo al dejarte y tú al olvidarme?, pues venzamos a la desgracia.
Y no perdamos tiempo, voy a consultar a mis amigas. Calmaos esperándome. ¡Si pudierais veros la cara! La tenéis cubierta de sudor, como si os hubierais pasado todo el día cargando piedra. Secaos el sudor. ¿Tenéis pañuelo? ESCIPIÓN. Me parece, señora, que estáis burlándoos de mí. CLEOPATRA. ¿Yo? ESCIPIÓN. ¡Vaya! Y no puedo permitirlo. CLEOPATRA. ¿Y qué vais a hacer?
No, no... ¡Ya la hora fatal ha llegado, trovador! Manrique, partamos ya, no perdamos un instante. DENTRO. ¡Ay! LEONOR. Esa voz penetrante... ¡Si no fuera tiempo ya! Despacio viene la muerte, que está sorda a mi clamor; para quien morir desea despacio viene, por Días. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor.
Palabra del Dia
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