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Actualizado: 23 de junio de 2025
Parece que me tienes miedo le dijo él siempre serio y tranquilo . No sé por qué. Ya habrás visto que a razonable no me gana nadie. Otra cosa: enséñame a tu hijo. Fortunata volvió a sentir terror, y al ver que Maxi alargaba las manos hacia donde estaba el pequeñuelo, las apartó con las suyas, diciendo: «Otro día le verás... Déjale... está dormido y me le vas a despertar».
Mas, lo que no tiene ejemplo, lo que no se ve en ninguna otra parte, ni aun entre los animales de la escala superior, es que el pequeñuelo, en salvo y escondido por la madre, al verla combatir en defensa suya, acude á defenderla á su vez, y ¡noble corazón! se ensaña contra su enemigo y muere por la que le diera el ser.
El tiempo estaba hermosísimo y convidaba a gozar de la apacible amenidad del Retiro. Empezó la dama sus paseos matutinos con Isabelita y el pequeñuelo, y desde el segundo día se les agregó el señor de Pez, que padecía de rebeldes inapetencias.
Y yo, que había jugao contigo de pequeñuelo, creí que eras otra, que te habían cambiao de pronto; y sentí algo en la espalda, como si me arañasen con una navaja; y miré al buen Señor de las Espinas con envidia, porque cantabas para él como un pájaro y para él eran tus ojos; y me fartó poco pa dicile: «Señó, sea su mercé misericordioso con los pobres y déjeme un rato su puesto en la cruz.
El tan difícil amor furtivo, el amamantamiento en medio de las borrascas, entre la asfixia y el naufragio, los dos grandes actos de la vida convertidos casi en un imposible, haciéndose por medio de un esfuerzo y por voluntad heroicos: ¡qué condiciones de existencia! La madre no tiene nunca más que un pequeñuelo, y es mucho.
Hace un momento hallábame tan abstraído, tan engolfado con el pensamiento en ideas y cosas de mi familia que sin saberlo, aparté en el plato y corté con mi cuchillo los pedacitos con que suelo engolosinar a Juanillo Jacobo cuando come junto a mí. Me parecía que el pequeñuelo estaba a mi lado y que los demás distaban poco. Esto es tan frecuente en mí, Sr.
El patio aún subsistente es pequeñuelo, empedrado de guijos, con cuatro columnas dóricas, con una galería guarnecida con barandado de madera. A la izquierda, conforme se entra en la casa, cerca de la puerta de la calle, se abre otra puerta chica. Y esta puerta franquea una reducida estancia, cuadrada, de paredes lisas, húmeda, de techo bajo, con una diminuta ventana.
De vez en cuando, una elegante muchacha se detenía en mitad del atrio para acariciar la carita sucia de un pequeñuelo y preguntar su edad a la madre; sus compañeras la llamaban riendo y en cuanto llegaban al dintel de la iglesia todas tomaban una expresión seria y recogida. Adriana no quiso entrar en seguida.
La pobre anciana parecía irse consumiendo como haz de leña seca y menuda, abrasada por un fuego invisible. Su cuerpo endeble, pequeñuelo, e inmóvil, apenas formaba bulto bajo las ropas del lecho; la respiración era tan débil que casi no hubiera empañado la superficie de un espejo. Marcelo continuaba orando.
Por las mañanas iba á sorprenderlo en su lecho, como á un pequeñuelo, y besaba con devoción aquella carne de atleta, que era su propia carne, metamorfoseada. Todo le parecía mezquino y pobre para este mocetón hermoso como un dios antiguo; cuidaba de su cama, de su tocador, de su persona, con el fanatismo de una amorosa; registraba sus bolsillos, para renovar incesantemente los regalos de dinero.
Palabra del Dia
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