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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Pensaba que era una gran desgracia para aquel pequeñuelo, rubio y hermoso como un querubín, el haber nacido hijo de un padre deshonrado. El infeliz le pedía perdón, con la mirada, de haberle engendrado. Hacia el año 1829, cuatro después de haber llegado de América, el coronel era un verdadero espectro.
Ningún animal de clase superior abandona o desconoce a su cachorro, y sois muchos los hombres que volvéis la espalda al hijo, por miedo a lo que las gentes puedan decir. Si teniendo yo un hijo me enamorara locamente de la mujer más hermosa del mundo y ésta me exigiera que lo olvidase, ahogaría mi pasión para no abandonar al pequeñuelo.
Por la noche, el deseo amoroso fué más fuerte que su voluntad, y sin darse cuenta de á dónde se dirigía, se vió de pronto llamando á la puerta de Judith. Fué en vano. Ella temía, sin duda, la repetición de otra noche como la anterior: sentía miedo, y tal vez cansancio de luchar con la pegajosidad de un amor desesperado. Nadie le respondió. Judith había huido con su amante y el pequeñuelo.
El ruido de la guitarra y de los cantos de los ciegos arreció considerablemente, uniéndose al estrépito de tambores de Navidad. «¿Y tú no tienes tambor?» preguntó Jacinta al pequeñuelo, que apenas oída la pregunta ya estaba diciendo que no con la cabeza. ¡Que barbaridad! ¡Miren que no tener tú un tambor...! Te lo voy a comprar hoy mismo, ahora mismo. ¿Me das un beso?
Y su apellido, semejante al resonar del trueno o de la artillería, también se concertaba mal con sus lacónicos y pausados discursos, pronunciados siempre en voz baja y suave. El señor Vandenpeereboom era además tan pequeñuelo y delgado, que parecía un duende. Casi no se le oía ni se le veía. Cuando no estaba haciendo cuentas estaba rezando sus devociones, por ser muy religioso y devoto.
Teulaí, tranquilo como hombre que a nadie teme y cuenta en último término con un refugio en la montaña, volvió al inmediato pueblo en busca de su sobrino, satisfecho de su hazaña. Al tomar al pequeñuelo de manos de la aterrada vieja, casi lloró. ¡Pobret! ¡pobret meu! dijo besándole. Y su conciencia de tío inundábase de satisfacción, seguro de haber hecho por el pequeño una gran cosa. La pared
La tarde fría, las alamedas desiertas; llega don Juan, abarca con la vista aquella soledad y piensa: «¡Si viniese ahora mismo!» Después anda un buen rato a paso largo para entrar en calor, hasta que aparece Cristeta seguida de la niñera, que trae al pequeñuelo en brazos.
La cabecita de bebé parecía abrumada por una alta corona, inflada como un globo; hasta sus pies descendía, como un miriñaque, el manto cubierto de toda clase de piedras preciosas. Los diamantes, perlas y esmeraldas arrojadas á manos llenas por la devoción, como si el brillo pudiese aumentar la hermosura de la imagen, esparcíanse también sobre el pequeñuelo que la Virgen mostraba entre sus manos.
De los dos hijos, Encarnación recogió al pequeñuelo, e Isidora partió al Tomelloso a vivir al amparo de su tío el Canónigo. De lo demás, algo sabe el lector, y el resto, que es mucho y bueno, irá saliendo. «¿Sabes que estás muy cesanta?» dijo la Sanguijuelera, observando el vestido y las botas de Isidora, cosas que en verdad dejaban mucho que desear.
Presentábase un problema grave, cuya solución no estaba al alcance de los entendimientos vulgares. Aquel pequeñuelo que iba a presentarse en el mundo era, por ley de la naturaleza, sucesor de los Santa Cruz, único heredero directo de poderosa y acaudalada familia.
Palabra del Dia
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