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Actualizado: 19 de mayo de 2025


La gran caida, adornada toda de flores, se había convertido en comedor: una gran mesa en medio para treinta personas, y al rededor, pegadas á las paredes, otras pequeñitas para dos y tres. Ramilletes de flores, pirámides de frutas entre cintas y luces, cubrían los centros. El cubierto del novio estaba señalado por un ramo de rosas, el de la novia por otro de azahar y azucenas.

Pero su boca daba miedo de puro fea, y sus orejas, al modo de aventadores, antes parecían pegadas que nacidas. Vestía gallardamente una camisa de todos colores, por lo sucia, y pantalón hecho de remiendos, sostenido con un solo tirante.

Al llegar á corta distancia del Todopoderoso se cuadró, con las manos pegadas á los muslos y los ojos fijos, lo mismo que un soldado alemán bien disciplinado. Y el Señor le dijo: serás el hombre de guerra, el héroe. Conducirás tus semejantes á la muerte, como el matarife guía los rebaños al matadero.

Aquel ascetismo y aquel ver a Dios en fueron nada más que obra fugaz de la tristeza, o quizás de las circunstancias, y existían en su mente como esas lecciones, pegadas con saliva, que los estudiantes aprenden en los apuros del examen. Sus nuevas obligaciones en la botica le llamaban del lado de la química y de la farmacia, y se dedicó a esto con verdadero ardor, deseando aprender.

Junto al cuadro grande, y pegadas a él, como las ofrendas o ex-votos en el altar, pendían multitud de coronas de trapo con figuradas rosas, violetas y narcisos, y luengas cintas negras con letras de oro. Eran las coronas que había llevado la señora en su entierro, y que D. Carlos quiso conservar en casa, porque no se estropeasen en la intemperie del camposanto.

Los había de ojos picarescos e insolentes, que miraban con fijeza agresiva; otros tenían el cuello ondulado por las cicatrices de la escrófula, o la nariz y las mejillas roídas por la viruela. Manteníanse rígidos, las manos pegadas a las piernas, sacando el vientre, con el bullón de la camisa lleno de objetos y papeles que les servían de juguetes.

El rey que estaba avisado, habia hecho poner todos sus tesoros en la galería. Quando llegáron los pretendientes á la sala, mandó su magestad que baylaran, y nunca se habian visto baylarines mas topos ni con ménos desenvoltura; todos andaban la cabeza baxa, las espaldas corvas, y las manos pegadas al cuerpo. ¡Qué bribones! decia en voz baxa Zadig.

Además, las otras iban pintadas de blanco, como payasos; llevaban pegadas á los párpados unas tirillas erizadas de pelos, que fingían larguísimas pestañas, y en los momentos de emoción se colocaban unas gotitas de glicerina, que luego, en el film, resultaban lágrimas.... En cambio, la nueva mistress Gould era de una esplendidez corporal, fresca y firme, que parecía esparcir el perfume de los bosques cuando despiertan bajo el soplo de la primavera. ¡Oh, adorada Mina!

Otras veces lo encontraba sentado en el puesto de un remendón, rozando con la cabeza las viejas caricaturas anticlericales de El Motín pegadas a la pared, mientras hablaba al zapatero de Dios y de los santos, sin intimidarse por los canturreos burlones y el golpear del martillo sobre la suela.

Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre.

Palabra del Dia

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