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Actualizado: 28 de julio de 2025


Luego rió viendo cómo corría, con una agilidad de insecto saltador, de tejado en tejado, agitando sus velos como las alas de una mariposa blanca, bordeando el abismo de los profundos patios, para llegar hasta la mujercita de birrete doctoral que le aguardaba llevándose ambas manos al pecho, henchido de emoción.

¡Es muy hermoso el gran cuartel, con sus patios de anchas losas, sus ventanas bien alineadas, su población con gorra cuartelera, y sus galerías, bajo cuyos arcos se oye constantemente el ruido de las tarteras!... ¡Rataplán! ¡Rataplán!...

El júbilo, la alegría nerviosa que comunica la esperanza del placer, brillaba en todos los ojos. Al fin los alguaciles salieron a despejar, y los aficionados del redondel se fueron retirando hasta dejarlo enteramente libre. Enrique y Miguel, que habían estado en los patios interiores hablando un momento con el Cigarrero y su cuadrilla, también fueron a ocupar los respectivos asientos.

Además, al año siguiente iba a hacer su entrada en la vida activa. ¿No era natural, pues, que emplease a veces en sus relaciones con su hermano un tono paternal? No se avergonzaba, sin embargo, de tomar parte en sus juegos infantiles; a menudo hacía pacientemente el caballo, y se dejaba conducir a través de los patios y de los campos.

Llegué hasta el pie de los muros y presté atento oído a los rumores de su soledad, pero no más que el viento del norte que gemía débilmente en los patios interiores y el grito de las aves de presa que revoloteaban sobre las torres. En la parte exterior no encontré más que puertas rotas sobre sus goznes, grandes vestíbulos, sobre los que no se veían huellas humanas, y celdas desiertas.

Las galerías altas, generalmente, estaban formadas por pilares de madera con grandes zapatas que recibían el tejado de gran vuelo, y con barandas ó antepechos también de madera, de mármol ó de ladrillo, siendo muy análoga la decoración de las salas altas con las de la planta baja. Como ejemplos de los últimos podrían citarse los patios de Sta. María de la Rábida y de San Isidoro del Campo.

La casa era de estas bajas, trazada según el patrón antiguo, que la piqueta del progreso va ahuyentando del centro de la ciudad: una puerta y dos ventanas a la calle; el zaguán recto hasta el fondo, cortado por dos patios embaldosados y el comedor abriendo sus puertas sobre ambos; y a la derecha, cuatro o seis habitaciones en fila; plantas y aljibe en el primer patio, la escalerilla de las piezas altas en el segundo, cuyo maderamen pintado de verde se ve desde la calle.

En la «casa de mármol» dispusieron que se celebrase la gran fiesta: con un tapiz rojo cubrieron las anchas escaleras; los rincones, ya en las salas, ya en los patios, los llenaron de palmas; en cada descanso de la escalera central había un enorme vaso chino lleno de plantas de camelia en flor; todo un saloncito, el de recibir, fue colgado de seda amarilla; de higares ocultos por cortinas venía un ruido de fuentes.

De todos modos, aquellos fuertes toques de luz que salían de los patios, aquel soplo rumoroso que pasaba a través de la enrejada puerta, animaban la calle y esparcían por la ciudad ambiente de cordialidad y de alegría.

Entre las baldosas de las calles, en los portales, las escaleras, los patios y los corredores de las casas, se ven en increible abundancia ó losas de leyenda confusa, ó bustos deteriorados y truncos, ó columnas dislocadas y de formas diversas. Aquella ciudad es en gran parte una ruina formada con escombros antiquísimos, que el tiempo habia dispersado en la falda y al pié de la colina.

Palabra del Dia

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