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Actualizado: 15 de junio de 2025
Pero ¡ay! aquella mujer de carácter doble é inexplicable era invencible. De sus crueldades, hacía un mérito. Manteniendo en el millonario la ilusión de la paternidad, podía seguir explotándolo. Así se lo había aconsejado su amante. Pero ella era una buena muchacha y no quería mentir cuando llegaba la hora de las explicaciones.
¿Me permite su paternidad besarle la mano? Mi paternidad no da la mano á pillos. Me alegro. Por eso debe dármela á mí, que soy hombre de bien. ¿Tú? Ni tienes vergüenza ni la has conocido en tu vida. No lo crea su merced, padre. Si no tuviese vergüenza ya le hubiese dicho hace tiempo algunas cositas que me hacen cosquillas en el alma. Tapa, tapa, hijo.
Nada dice Elvira á su esposo de la acción indigna de Gómez de Melo; pero el carácter de Rodrigo es tan diverso del de su presunto padre, y lo respeta tan poco, que éste concibe algunas sospechas sobre su paternidad. La guerra contra los infieles estalla mientras tanto de nuevo.
Del manuscrito del Inventario debió tomar este relato el editor de la Diana, redactándolo más retóricamente, sin que sepamos los motivos que haya tenido Antonio de Villegas para no reclamar la paternidad de la historia.
La mujer ocupaba tan poca plaza en el mundo antiguo, que era fácil tratarla como una cantidad despreciable; y sin preocuparse de lo que podía pensar, los señores hombres no pensaron más que en hacer una vida de placeres y de feliz quietud, exenta de los cuidados de la paternidad y de las cargas de familia.
Su vigor de incansable centauro le había servido poderosamente en la empresa de poblar sus tierras. Era caprichoso, despótico y de grandes facilidades para la paternidad, como sus compatriotas que siglos antes, al dominar el nuevo mundo, clarificaron la sangre indígena. Tenía los mismos gustos de los conquistadores castellanos por la belleza cobriza, de ojos oblicuos y cabello cerdoso.
Hubo quien colgó al triste escritor la paternidad del Elogio de Felipe II, por ser obra maligna; también ha habido quien se la niegue del Norte, por tener mucho bueno.
¡Una carta de su majestad...! dijo con gran respeto el portero ; pero es el caso, que su paternidad estará durmiendo. Despertadle dijo Vadillo , y entre tanto, como hace muy mala noche, abrid. Voy, voy á abrirles, hermanos dijo el portero, retirándose del ventanillo y dejando notar á poco su vuelta por el ruido de sus llaves. Abrióse la portería.
Son tan grandes decía las mercedes que Dios la hace y tan apegadas sus razones al amor divino, que no cabe dudar. De su humildad y otras virtudes dígame cuanto quiera vuesa merced, señor capellán; pero de sus revelaciones muy poco, porque soy menos inclinado a creellas. Igual cosa oí decir a vuesa Paternidad, en cierta ocasión, de la madre Teresa de Jesús.
Sí por cierto: que vuesa merced se venga conmigo á palacio, para lo cual he traído una litera y algunos tudescos añadió el gentilhombre. ¡Cómo! ¡que vaya yo ahora mismo á palacio! ¿pues que, está enfermo su majestad? No, señor. ¡Ah! ¿y quién os envía? El mayordomo mayor; pero ese pliego dirá á vuestra paternidad, sin duda, lo que yo no le puedo decir. Veamos.
Palabra del Dia
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