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Actualizado: 15 de junio de 2025
Su imaginación se había transportado al pasado y al porvenir y se había entregado a conjeturas y a previsiones para comprender lo que significaba aquella paternidad revelada. Además, en las últimas palabras de Godfrey había algunas que contribuían a definir claramente aquellas previsiones.
Otros se comen nuestro pan, que no yo dijo la espantosa mujer, enseñando sus dos filas de dientes iguales y puntiagudos . Yo me sé lo que creo, y creo lo que yo me sé.... Y toque su paternidad a otra puerta, que ya vamos abriendo el ojo. Todo sea por Dios....
Don Sebastián, hombre de enérgicas pasiones, sentía la paternidad hasta la vehemencia. Aquellos dos seres eran la imagen de la pobre muerta, el recuerdo del único idilio de una vida dedicada por completo a la ambición. Las calumnias que circulaban los enemigos, fundándolas en la presencia de su hija en el palacio arzobispal, le ponían como loco.
El general Pastor aplaudió entusiasmado la hábil estrategia del diplomático; el señor Pulido bajó modestamente los ojos, como si le tocara grande parte en la paternidad de la idea, y la duquesa, encantada, comenzó a vomitar nombres propios, juicios críticos, filiaciones y datos biográficos que probaban bien a las claras su consumada pericia en el arte de averiguar vidas ajenas.
No se llaman defunciones; se llaman casos replicó con estúpida risa Tablas . Y podrá ser verdad lo que vuestra Paternidad dice; pero yo sé que anoche Gregorio Tinajas y yo, bebimos juntos una copa al salir de cierta parte, y sé también que le he visto hace un momento tieso y frío. ¡Se ha muerto! exclamó Maricadalso con espanto. Como mi abuelo. ¿Lo sientes tú?
La paternidad de la idea fue del dueño del cafetín establecido frente a la casa de doña Manuela, un sujeto panzudo y flemático, que gozaba en el barrio fama de chistoso y había heredado el apodo de Espantagosos, sin duda porque alguno de sus antecesores no estaba en buenas relaciones con la raza canina.
Otras mujeres, en caso semejante, atribuyen la paternidad al hombre que más les interesa. ¡Como si esto pudiera asegurarse! Yo no he escogido á nadie en mi recuerdo. Todos iguales, todos olvidados. Mi hijo es mío, sólo mío. Tenía la majestuosa indiferencia de la selva fecunda é impasible que abre sus entrañas al polen esparcido en el aire como una lluvia de amor.
La paternidad acababa de arrojar su fardo de inquietudes, de graves afectos y penosos deberes en medio del camino de su amor. ¡Un hijo!... Adiós, juventud. Maltrana creyó que caía de golpe sobre sus hombros la capa de plomo de los años; vio más negra, más triste, la miseria en que vivía. Fue un sentimiento indefinible, en el que se mezclaban la satisfacción y el miedo.
Jorge llevaba el nombre de un matrimonio de viejos criados que se habían prestado á esta fingida paternidad. Además, había nacido en Francia, y nada tenía de extraordinario que, como tantos adolescentes, quisiera defender su patria antes de ser llamado á las armas por la ley. La duquesa vivió algunos meses en un villorrio del Mediodía, cerca del campo de aviación donde se amaestraba su hijo.
Además, era su padre, y el tío Tòfol, como todos los labriegos de raza latina, entendía la paternidad cual los antiguos romanos: con derecho de vida y muerte sobre los hijos, sintiendo cariño en lo más hondo de su voluntad, pero demostrándolo con las cejas fruncidas y alguno que otro palo. La pobre Borda no se quejaba.
Palabra del Dia
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