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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Me acerqué a examinarlos y, aunque disto de ser inteligente en pintura, me parecieron horrendos mamarrachos. Por una de las puertas vi salir a Villa, y me acerqué a él. ¿Al fin pudo usted llegar a la cocina? le pregunté riendo. Al fin. Nada más que un achuchón rápido ahí en el pasillo, ¿sabe usted? Aproveché el momento en que Pepita hablaba con ustedes. Estuve largo rato con Joaquinita.

Esta salió al pasillo, recibió de manos de Rossini la sagrada imagen, y quitándole el pañuelo de seda que la envolvía, entró con ella en la sala, pareciéndose mucho, en tal momento, a una verdadera santa escapada del Año Cristiano para recibir culto en el pintoresco altar, que simbolizaba la ingenua sencillez y firmeza de las creencias del pueblo.

Al llegar a la puerta de la escalera y al tirar del pasador, el joven vió asomar la cabecita curiosa de su hermana en el fondo del pasillo. Ven aquí, Aurelia le dijo. Pero la niña no hizo caso y se retiró velozmente. Aurelia, Aurelia. Bien a su pesar, ésta salió al pasillo y avanzó hacia ellos sonriente y roja como una cereza.

Entonces me vuelvo replicó Mario retrocediendo. Pero ya una de las viejas había cerrado la puerta. ¡Cómo! ¡No faltaba más! Pase usted, caballero, pase usted. D. Jeremías no es visita. Siga, siga, señor; siga adelante. Y las tres le empujaban por el pasillo hablando a un tiempo, asustadas sin duda de que por motivo tan baladí quisiera destruir su felicidad. El pasillo resplandecía de blancura.

Durante el silencio de la escritura, oyose en el pasillo próximo rumor de faldas, voces de mujeres y estallido de besos. Moreno levantó la pluma diciendo: «¿Quién es?». No te interrumpas... ¿Qué te importa a ti? Debe de ser Jacinta. Sigue. Pues que pase aquí. ¿Por qué no pasa? Está hablando con tu hermana. ¡Jacinta, Jacintilla!, entra: el monstruo quiere verte.

Mátame primero. ¡Mira que tengo mucho miedo! ¡A la cueva no, que me comen los ratones! Los criados salieron al pasillo y presenciaban mudos y graves aquella escena. Los gritos de la niña se fueron perdiendo en la oscura y tortuosa escalera que conducía al sótano. Amalia abrió la puerta de la terrible cueva y empujó a su hija hacia el interior.

Pero tía y sobrino siguieron hablando muy bajito, y nada pudo percibir. Después el clérigo, a instancias de su tía, salió al pasillo, y Fortunata metiose rápidamente en su escondite para esperarle allí. El cuarto aquel estaba casi completamente a oscuras en las primeras horas del día. Los que entraban no veían a quien dentro estuviera. La vela, que ardió gran parte de la noche, se había consumido.

¡Oh, qué cruel eres! ¡No perdonas medio de hacerme sufrir! Miguel iba a replicar; pero en aquel instante un leve rumor lejano se dejó oír en el pasillo. Lucía se puso en pie con súbito y pronto movimiento; el rostro pálido, el oído atento, la mirada estática. Escuchó un momento. ¡Alguien viene!... Es la doncella... ¡De prisa, de prisa! ¡Escóndete! ¿Dónde? preguntó aturdido.

¿Y qué tengo yo que ver con los soldados, majadero? replicó con voz colérica. ¡Es... que vienen a prenderle! No es verdad gritó una voz desde el pasillo. Y al mismo tiempo seis u ocho figuras taparon la puerta por detrás del criado.

El primero no tiene relación ninguna con la pieza, que le sigue, ó si la tiene, es muy vaga; á menudo aparece un bufón rústico, que ruega al auditorio que asista atento á la representación, y al mismo tiempo refiere algún pasillo gracioso. El argumento hace una breve reseña de la acción, que ha de representarse. La loa, posterior, comprendió después á uno y otro.

Palabra del Dia

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