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Actualizado: 2 de julio de 2025
Bajarían en Río Janeiro, se esconderían, dejando que partiese el vapor, y tomarían pasaje en otro buque de los que volvían a Europa... ¡Ah, el hermoso Berlín! En ninguna ciudad de la tierra se vivía con más felicidad. Casi saltó Fernando de su asiento a impulsos de la sorpresa. ¿Volver a Europa, cuando aún no había llegado al término de su viaje?
Aunque estuviese cansado o se le partiese la cabeza de dolor, nada, era preciso exhibirse en algún palco del Real, del Príncipe o la Zarzuela. El dinero que allí habían gastado, sumaba una cantidad imponente. Creía haber llevado bastante, y por tres veces tuvo que pedir más a su casa.
En lo futuro, el hombre moriría por el desgaste de su máquina, sin conocer el sufrimiento. Montenegro, escuchando a su maestro, evocaba uno de los recuerdos de su juventud, una de las paradojas más famosas de don Fernando, antes de que éste fuera al presidio y él partiese para Londres.
Desengañónos un moro, Y vimos en un instante El imposible posible, Y lo posible alejarse. Casámonos de secreto; Pero, en gloria semejante, Que se partiese a Coín Mandó Almanzor a Zoraide, Y que a mí, mientras viviese, Otro Alcaide me dejase En Cartama, donde he estado Ausente del bien que sabes. Lloramos nuestra partida, Y partiendo, si se parte, Concertamos que en ausencia De su padre me llamase.
Mervyn ganó después orgullosamente la ribera, donde la señorita Margarita golpeaba sus manos. Este encantador ejercicio se renovó muchas veces con igual éxito. Era la sexta vez que se repetía, cuando sucedió, sea que el perro partiese demasiado tarde, ó que el pañuelo fuera lanzado demasiado pronto, que Mervyn no llegó á tiempo.
¡Virgen del Amor Hermoso! ¡El señorito Andrés! ¡Qué escuálido viene el pobrecito! ¡Si parte el corazón! Y al proferir tales palabras, como Andrés no se había apeado, le besaba una de las manos con efusión. A nuestro viajero le sorprendió agradablemente que su mal estado de salud partiese el corazón de una persona que nunca le había visto.
Llego el Infante á la isla casi al mismo tiempo que Montaner con toda la armada, y despues de haberle referido la maldad de Rocafort, y perdida de tan buenos caballeros como eran Berenguer de Entenza, y Fernan Jimenez de Arenós, le mandó de parte del Rey, y suya que no se partiese de su compañía. Obedeció Montaner con mucho gusto, porque estaba rico y temia á Rocafort aunque era su amigo.
Á los diez en la tarde, á hora de vísperas, llegó una fragata de Malta que inviaba el Maestre, y dió aviso cómo el armada del turco había hecho agua en el Gozo, isla ocho millas de Malta, y había partido de allí tres días había, cuatro horas antes que esta fragata partiese. Á esta isla del Gozo vino el armada desde Modón sin dar nueva de sí ni tocar en otra banda.
Las ambiciosas que fingían una gran pasión con la inaudita esperanza de un matrimonio, las sentimentales que pretendían interesarle con refinamientos psicológicos, las que traían al adulterio sus entusiasmos de madre y susurraban en su oído la felicidad de tener un hijo que se le pareciese, le esperaban en vano al día siguiente. «¡Ni grandes pasiones, ni hijos!...» El yate echaba de pronto dos chorros de humo, llevando á su dueño á otro puerto, tal vez á otro continente: y si quería huir de una ciudad del interior, ordenaba el enganche de su vagón especial en el primer tren que partiese.
Lo que importa es encontrar el camino, y en él estoy ya... ¿Sabes por qué era ciego, Feli, por qué no me fijaba en tu regraciosísima personilla? Porque hasta hoy he sido un mendigo, sin casa, sin una peseta, durmiendo poco menos que de limosna. ¿Cómo iba a pensar en una mujer, a proponerla que partiese la miseria conmigo?...
Palabra del Dia
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