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Actualizado: 30 de junio de 2025
Ahora pensaba en que había ido a aquel vasto imperio a calmar por la expiación una protesta temerosa de la conciencia, y por fin, impelido por una impaciencia nerviosa, partía, sin haber hecho más que deshonrar los bigotes blancos de un general heróico y haber recibido una pedrada en la oreja en una ciudad de los confines de la Mongolia. ¡Extraño destino el mío!
Una ligera tos le hizo volver la cabeza, y vio junto a él, apoyada en la baranda, a Mrs. Power, su vecina del comedor. Un tul verde cubría la desnudez de su escote. Llevábase a la boca el cabo dorado de un cigarrillo, y un surtidor de humo partía de sus labios, tomando reflejos de iris bajo el resplandor eléctrico antes de perderse en la obscuridad.
Maltrana se despidió de Castillo junto a la verja divisoria de clases, frontera inviolable que partía en dos Estados diversos el microcosmos flotante. Arriba, en la cubierta de paseo, encontró a Fernando junto a una de las ventanas del salón que daban luz a la plataforma interior, ocupada por el piano. Quiso hablarle Isidro, pero su amigo se llevó un dedo a los labios imponiendo silencio.
Así sucedía no pocas veces en épocas de agitaciones bursátiles, que detrás del corredor que partía a venderle sus títulos, salía por otra puerta un segundo con encargo de hacer el alza; y por la tarde, cuando uno y otro regresaban a dar cuenta de sus operaciones, don Eleazar tomaba la palabra y hablaba en el lenguaje y el acento de un varón santo y convencido: Así es, señor don Tomás, así es; ya que ellos lo han querido, bien empleado les esté. ¡Ya usted sabe, señor, que a mí no me gusta hacer mal a nadie!
Pero tuvo el supremo valor de callar sus inquietudes, por no aminorar la alegría de su hijo, no queriendo ver ni una sola arruga en aquella frente radiante. Y para estar más seguro de no ser causa de una complicación á última hora, anunció á Mauricio que partía para el Havre. ¿Pero volverá usted mañana por la mañana? preguntó Mauricio con algún cuidado. Mañana por la tarde.
Mi caballo era ligero Como la luz del lucero Que corre al amanecer; Cuando al galope partia Al instante se veia En los espacios perder. Sus ojos eran estrellas, Sus patas unas centellas, Que daban chispas y luz: Cuanto su ojo divisaba En su carrera alcanzaba, Fuese tigre ó avestruz.
«¡Qué horrible desgracia! exclamé . ¿Y seré yo quien lleve tan triste noticia a su afligida familia? ¿Pero, señor, está usted seguro de lo que dice? He visto con estos ojos al padre de ese joven, quejándose amargamente, y refiriendo los pormenores de la desgracia con tanta angustia que partía el corazón.
¿Volverás a jugar, eh? ¿Volverás a jugar, perdido? preguntaba ella tirándole de los cabellos, borrando aquella primororosa raya que los partía tan lindamente. No ... particularmente sobre mi palabra te aseguro....
Quitóse el sombrero y mostróme el rostro: calzaba diez y seis puntos de cara, que tantos tenía en una cuchillada que le partía las narices. Tenía otros tres chirlos, que se la volvían mapa a puras líneas. "Estas me dijo me dieron en París, en servicio de Dios y del rey, por quien veo trinchado mi gesto; y no he recibido sino buenas palabras, que ahora tienen lugar de malas obras.
Pues no digamos nada, porque sería cuento de nunca acabar, de la mutua admiración que nacía en ambas almas al considerar el talento o la habilidad del objeto de su amor. Cada pedrada que tiraba Mutileder mataba un pajarillo y partía el corazón de Echeloría, a fuerza de entusiasmo.
Palabra del Dia
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