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Aunque pareciera irreverencia, en rigor..., en rigor..., lo que correspondía era llamar a la criatura Manolín... o Jesús. ¡No que él se comparase con Dios Padre, ni siquiera con San José!...». La idea de San José le hizo incorporarse en la cama, donde ya se había tendido, sin desnudarse.

Pues andar a pie pareciera mal y más entonces, fuime a San Filipe y topéme con una lacayo de un letrado, que tenía un caballo y le aguardaba, que se había acabado de apear a oír misa. Metíle cuatro reales en la mano, porque mientras su amo estaba en la iglesia me dejase dar dos vueltas en el caballo por la calle del Arenal, que era la de mi señora.

Juan, que si se pareciera a muchos otros hombres, habría empleado su voluntad, en crear obstáculos a su matrimonio. ¡No le bastaba sufrir en silencio! ¡quería además dar cuanto poseía! ¡Qué alma más generosa y noble!

En conjunto, su rostro pareciera afeminado a no acentuarlo la aguda nariz, diseñada correctamente, y la frente espaciosa, predestinada a la calvicie.

Por esto, algo debió observar que no fuera de su agrado ni le pareciera conveniente, cuando se negó á dar licencia para órdenes, á un monje llamado don Pedro Pavón, el cual de contínuo demostraba cuántos y grandes eran los deseos que de verse con tales licencias tenía.

D. TELL. ¿Puédese creer que así Responda una labradora? Pero confiésame ahora Que eres necia en ser discreta, Pues viéndote tan perfeta, Cuanto más, más enamora. Y ¡ojalá fueras mi igual! Mas bien ves que tu bajeza Afrentara mi nobleza, Y que pareciera mal Juntar brocado y sayal.

¡Ni la menor señal de extrañeza en don Claudio Fuertes! ¡Como si le pareciera excusada la noticia! Pues lo siento, respondió algo retrasado, pero maquinal y fríamente. Nieves anda algo malucha hoy... y no saliendo ella... Tampoco le sorprendió esta otra noticia al señor don Claudio Fuertes.

Los guantes de piel de perro adobados con ámbar, de fabricación española, debían de ser por entonces artículo muy estimado: Antonio Pérez los ofrecía con encarecimiento, lo mismo en Inglaterra que en Francia, á los más altos personajes, como don estimable, y échase de ver cuánto lo era por la carta 145, parte II de la Colección Ochoa, en que avisa á su mujer el envío de dos docenas desde París, con encargo de distribuirlos, diciendo: que aunque pareciera cosa rara enviar de Francia á España guantes, lo hacía por haberlos fabricado bajo su dirección un guantero llamado Alexandre, tan acreditado ya, que era menester entrarle pidiendo guantes de Antonio Pérez.

Daba el dinero, aunque pareciera mentira a un ser tan romántico, daba cierto calorcillo suave. «¡Siete mil realesse decía; y experimentaba consuelo en sus tribulaciones; y sobre todo le animaba la conciencia de un valor cívico que nacía de la presión de aquellas onzas... ¡Oh!

Un día, al inclinarse ésta sobre la cuna, las miradas de la niñita se fijaron en el brillo del bordado de oro que cercaba la letra, y extendiendo las manecitas trató de asirla, sonriendo sin duda, aunque con una extraña expresión que hizo que su rostro pareciera el de un niño de mucha más edad.