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Actualizado: 15 de junio de 2025
No trascurrió mucho tiempo sin que á la misma reina Doña Juana le pareciera insoportable aquella existencia; y poco despues llamó al cardenal Cisneros, haciéndole saber que no podia vivir por mas tiempo en la capital donde habia muerto su marido; pero el cardenal queria suspender por entonces su determinacion, á causa de hallarse en un estado avanzado de preñez; mas como la voluntad de Doña Juana fue siempre decidida, no se atrevio á oponerse á su mandato.
Como recuerdos de un poema heroico leído en la juventud con entusiasmo, guardaba en la memoria brillantes cuadros que la ambición había pintado en su fantasía; en ellos se contemplaba oficiando de pontifical en Toledo y asistiendo en Roma a un cónclave de cardenales. Ni la tiara le pareciera demasiado ancha; todo estaba en el camino; lo importante era seguir andando.
Como si el joven no hubiera comprendido al principio, o le pareciera haber comprendido mal, miraba a su interlocutor con ojos despavoridos, y en toda su actitud, en sus labios entreabiertos, en su respiración breve y precipitada, en el tembloroso ademán con que alzaba el brazo y se oprimía el pecho con la mano, se veía como si de repente hubiera sentido el corazón atravesado por un dolor agudísimo.
La marquesa de Vegallana, todavía de azul eléctrico, se levantó de su silla de raso carmesí con respaldo de nogal, y abrazó sin que pareciera mal, a su querida Anita. Hija, gracias a Dios, creía que era el desaire ciento uno. La Marquesa también había puesto empeño en que Ana asistiera al baile y a la cena, «que tendría la élite en petit comité». Todos estos galicismos los había importado Mesía.
Hacía más de un mes que no había visto a Magdalena cinco minutos seguidos sin testigos y más tiempo todavía que no había obtenido de ella nada que se pareciera a sus amenidades de otra época. Un día la hallé por casualidad en una calle desierta del barrio en que yo habitaba. Estaba sola e iba a pie.
Si no le engañaba el pensamiento, por allá se quedaría hasta dejar los huesos en el terruño nativo; si le engañaba, volvería a Madrid cuando mejor le pareciera, o gastaría en ir y venir el poco tiempo que le restaba de vida. Pocas veces se ha casado una mujer con menos conocimiento práctico del mundo que Ramona Pacheco.
Fuíme con él, y díjome: "Aquí te podrás ir, mientras cumplo con esta gente; que ya vamos de vuelta, y hoy comerás conmigo." Yo, que me vi a caballo, y que en aquella sarta parecía punto menos de azotado, dije que le aguardaría allí; y así, me aparté tan avergonzado que, a no depender de él la cobranza de mi hacienda, no le hablara más en mi vida, ni pareciera entre gentes.
Por dos brechas había logrado entrar la religión, en forma de Magistral, en la fortaleza de aquel espíritu libre-pensador y berroqueño: los dos flacos de Páez eran el amor a su hija y la manía del buen tono. Decía Olvido con voz aguda y en tono de reprensión: «Papá, eso es cursi»; y don Francisco abominaba de aquello que antes le pareciera excelente.
Palabra del Dia
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