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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Entonces, como era en sazón oportuna, fuiste un grande hombre; hoy me pareces un charlatán o un mentecato, y o te desprecio, o te abomino. Adiós para siempre. Para siempre acabaron ya nuestros amores. AUTOR. ¿Qué es esto, amigo Seelenführer? ¿Es verdad o mentira? Si es burla de Carmela, es burla harto pesada, y si son veras, las veras son más pesadas aún.
¿No voy camino del infierno, señor cura? No me parece, mi buena hijita. Son cosas de tu edad. Eres tan joven. ¿Joven, mi pobre cura? ¡Ah, si pudierais ver el fondo de mi alma! Os he escrito, que no era más que un esqueleto, y es la verdad. En todo caso, no lo pareces. Ya hablaremos de ello de aquí a un rato, señor cura, y os convenceréis.
¡Ya quisiera yo parecerme a ella!... Era alta y yo soy chiquita. ¿Qué importa eso?... Te pareces y mucho... Y es natural, después de todo, porque se parece a tu padre y tú eres Elorza de los pies a la cabeza. ¡Qué grandes armarios de libros tiene don Mariano!... Hay aquí para entretenerse un rato... Pues María se ha leído la mayor parte. ¿Y tú?
Aplícate la venda, hija, tú que no pareces por mi casa más que por semestres. Yo tengo hijos, querida. ¡Miren ustedes qué disculpa! Yo también los tengo. En Chamartín. Bueno; el tener hijos no te priva de ir al Real y al paseo. Clementina se sentó entre su cuñada y la marquesa de Alcudia. Los demás volvieron a ocupar sus asientos.
Y mientras el cochero corría a un ventorro inmediato, Luis intentó tranquilizar a su mujer. Vamos, Ernestina, serenidad. No es para tanto. Esto es ridículo. Pareces una niña. Pero ella aún gemía cuando llegó el cochero con una botella llena de agua. En la precipitación había olvidado el vaso. No importa, bebe. Ernestina cogió la botella y se levantó el velillo. Ahora la veía bien su marido.
Se me figura un dulce sueño. Pero ¿por qué no dices nada? Pareces inquieta; tu corazón late presuroso. Di, querida mía, ¿qué tienes? ELSA. Nada. Pero el sol de hoy era tan triste... ENRIQUE. Ya se ha puesto. ELSA. Sí, se ha puesto; no está ya en el cielo, y tú estás aquí, junto a mí. Pero no, no eres tú; es tu espectro de los labios ardientes y la mirada luminosa. ELSA. ¡Es el duque que llega!
Pero repito que la cara, la expresión, el mirar..., nada de esto ha cambiado. Cuando hablas pareces una mujer casada...; pero en silencio... pareces una niña, más cándida..., más inocente que tu hermanita, que también es muy mona. De todos modos... es singular..., sin antecedentes..., sin saber que yo estuviese en Madrid... No; eso no. Yo no gusto de jactarme de lo que no debo.
Don Paco, que conoció a Juanita por la voz, contestó con mucha dulzura: ¡Perdona, hija mía! ¿Te he hecho daño? Ella, que también conoció a don Paco en seguida, replicó riendo: ¿Qué daño me ha de haber hecho usted? Pues qué, ¿soy yo acaso de alfeñique? No, hija. Bien sólida y firme me pareces. Si en algo eres de alfeñique, no es por lo quebradiza, sino por lo dulce.
Debemos ser parientes dijo ella. Es muy posible repuse yo. Pues si eres algo pariente mío, no te choque que te hable de tú, porque a mí me pareces todavía un chiquillo. Yo, completamente confundido y turbado, le dije que me alegraría de esta confianza por su parte.
Mala recomendación esta última, dijo el señor de Morel frunciendo el ceño; y si á tu hermano te pareces por los hechos.... Lejos de eso, señor, dijo vivamente el arquero. Puedo aseguraros lo contrario, y á fe que hoy mismo lo amenazó de muerte su hermano y le soltó los perros. ¿Perteneces también á la Guardia Blanca? Á juzgar por tu rostro, edad y porte, no has tenido mucha práctica militar.
Palabra del Dia
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