Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


La misteriosa amenaza pareció infundir temor en las primas, que se limitaron por entonces a inofensivas travesuras, a algún plumerazo más o menos.

Herminia cerró la ventana, se desnudó, hizo su oración, rogando al cielo que la devolviese su marido, y se durmió más calmada. Por la mañana se presentó para el almuerzo y tuvo que sufrir los cumplimientos insidiosos del ex-abogado. Durante el día Clementina propuso un paseo por el parque, pero á Herminia le pareció un suplicio pasear entre Bobart y la señorita Guichard.

Hace años que me siento sola, como si no existiese en el mundo otro ser que yo. Ricardo había olvidado su inquietud de momentos antes, para escucharla con un interés crédulo, aceptando todas sus palabras. Pero ¿y su marido?... Una lucecita irónica pareció temblar en los ojos de ella al oir esta pregunta inocente. Pero contuvo su burlona admiración, para contestar con tristeza: No hablemos de él.

El estudio del «Edipo» en que Peredo hizo alarde de su saber en materia de arte dramático; el juicio de Altamirano con motivo de la representación del «Baltasar» de la Avellaneda, artículo brillante y galano que me pareció insuperable. «El Renacimiento» fué mi periódico favorito. ¡Qué amena y grata lectura me proporcionó esta revista!

Hasta disen que estuvo con vosotros Plumitas el ladrón. Aquí dio un salto el Nacional, a impulsos de la sorpresa y la inquietud. Le pareció que entraba en el patio, hollando las losas de mármol, un jinete mal pergeñado, con sombrero mugriento, y se apeaba de su jaca, apuntándole con una carabina por hablador y miedoso.

En su desamparo, ni suficiente le pareció siquiera su habitual plegaria para pedirle fuerzas a Aquel que las otorga, y al romper el día salió del castillo atravesando las húmedas praderas, en busca de la iglesia, allá, en el límite del aún dormido bosque: momentos después habría podido vérsela en el templo rogando desolada con fervor de mártir que se apresta al supremo sacrificio.

Seguramente se había quitado las botas. No hay que tocar pensé de pronto, Marta oiría. Así el botón. Me estremecí. ¿Cómo abrí la puerta? No lo . Me pareció que otro lo había hecho por . alzarse delante de su alta y vigorosa silueta. Un leve grito se escapó de sus labios; de un salto estuvo a mi lado.

Yo conocía aquella letra: era la de un joven a quien había visto muchas veces en casa de mi amigo, por ser éste tutor del tal mancebo. Los dos manuscritos, que sueltos resultaban incomprensibles, completábanse mutuamente constituyendo una historia que me pareció muy... ¿cómo diré?... muy humana.

»Me pareció que de repente había conmovido sus corazones alguna viva inquietud, pues interrogaban con angustia mis facciones, espiando mis más pequeños movimientos; pero pronto se tranquilizaron y sus miradas brillaron de satisfacción y de contento; los transportes de alegría de aquellos dos seres, consagrados únicamente a mi cuidado, me recompensaron ampliamente de mi aislamiento y de todas las defecciones que había sufrido.

Esta última observación me pareció muy extraña. ¿Habría sido culpable Burton Blair de algún crimen desconocido, que le hacía tener miedo a este misterioso inglés tuerto? Tal vez .