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Con esto le pareció al Emperador que acabaria á los Catalanes, si venir con ellos á las manos, que esto jamas quiso que se aventurase, porque tenia por imposible vencerlos con fuerza y violencia. Estuvo bien cerca de salirle bien estas trazas á Andronico si el valor de nuestra gente no las hiciera vanas, y sin provecho. Sale el exército de Casandria; y pasa á Thesalia.

Después de una noche que entró tarde y muy sofocado, y tuvo cefalalgia y vómitos, la mudanza pareció más acentuada.

Si, como creíamos, había sido encerrado en alguna prisión a ruegos del duque de Arcos, la muerte de éste debía ponerle en libertad. Pero no pareció, y Teobaldo me dijo, desesperado: »Está visto; nuestro amigo no existe.

Bien pronto, amplias fajas de un rojo vivo y dorado surcaron el cielo, las estrellas palidecieron y desaparecieron, el sol se anunció por un incendio lejano y luego se elevó lentamente sobre las aguas azules e inmóviles del Océano, que pareció cubrir de un velo de púrpura. La calma continuaba siendo completa y el brick permanecía en la misma situación que desde la noche.

Alrededor, burgueses con sus familias, oficiales con gafas y estudiantes con gorritas encarnadas, azules, verdemar, graves todos y silenciosos, escuchaban muy atentamente la orquesta de M. Gungel, y miraban subir el humo de sus pipas sin importárseles un ardite de Prusia, como si no existiera. Al verme, el coronel pareció turbarse un poco, y advertí que bajaba la voz para hablarme en francés.

El Chucro miró la fosa, pareció satisfecho, y ordenó a la Pepa: Quítale al muerto las prendas que lleva. La Pepa sacó al muerto el dinero, las alhajas y la ropa, dejándole sólo la camisa... ¡Sácale también la camisa! gritole el Chucro. Y cuando la Pepa había cumplido su orden, él mandó a Peñálvez: Enterrálo.

Gibbons y su esposa, viejos servidores de los antiguos dueños, estaban algo sorprendidos, según me pareció, de ver que yo solo había venido en compañía de su joven ama, a pesar de que Mabel les había explicado que deseaba hacer un examen de todos los objetos pertenecientes a su padre que había en la biblioteca, y que por esa razón me había invitado para que la acompañara.

Llegó el ama después a verme, y estuve por decirle lo que me había pasado, pero me contuve. Sentía en el alma dar un escándalo y perder a un sacerdote. Me pareció mejor disimular. Envié un recado al padre para que almorzase solo y viniese después a verme.

Tuvieron consejo, y en él hubo diferentes pareceres. Hubo algunos que les pareció forzoso el desamparar á Galípoli, y que tratar de defenderla era desatino.

En Santiago quise comprar periódicos, pero no había más que El Correo Español y El Debate. Esto también me produjo una impresión de medievalismo. Se hablaba de la guerra, y a me parecía que, ya en el siglo XIII, se debía de comentar en Santiago la guerra europea con el mismo criterio. Lo que me pareció más moderno fue la catedral.