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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Claro está que vuestra merced habrá de tener también sus envidiosos y calumniadores; pero no pare mientes en eso, que lo que agora dicen habrá de llevárselo el viento como la paja. ¿Y piensa vuesa Reverencia que alguien murmure? preguntó Ramiro. Habladurías, habladurías replicó el religioso con ademán de desprecio.
Acabada la misa, vuelto el sacerdote a la sacristía, apagados los cirios y dispersos los asistentes, Elena se levantó y dio la vuelta a la iglesia deteniéndose en cada altar pare una oración o una reverencia. Hasta la vi enviar piadosos besos a sus santos favoritos.
Al frente del inmenso grupo, iban unos mocetones con hachas de viento, cuyas llamas se enroscaban crepitantes bajo la lluvia, paseando sus reflejos de incendio sobre la vociferante multitud. ¡San Bernat! ¡San Bernat!... ¡Viva el pare San Bernat! Pasaban por las calles con el estrépito y la violencia de un pueblo amotinado, bajo el continuo gotear del cielo y los chorros de los aleros.
Un cuarto de hora después, algunas piedras pequeñas que rodaban, me indicaron que alguien bajaba la cuesta. No tardó en aparecer un indio montado en un caballito alazán, flaco, pero de piernas delgadas y nerviosas. Me paré en medio del camino y a veinte pasos mi hombre se detuvo intrigado, sin duda por mi traje exótico en aquellos parajes.
¡Vítol el pare San Bernat! gritaban a la vez un sinnúmero de voces roncas. ¡Vítol les chermanetes! añadían otros corrigiendo la falta de galantería de los más entusiastas. Porque las hermanitas, las santas mártires Gracia y María, también figuraban en la procesión. San Bernardo no iba solo a ninguna parte.
«Pues ayer refirió la joven con los ojos bajos, alzándolos al final de cada frase, como si pusiera con ellos las comas, más que con el acento , pues ayer... iba yo tan tranquila por la calle de la Magdalena, pensando en usted... porque siempre estoy pensando en usted y... me paré a ver el escaparate de una tienda donde hay tubos y llaves de agua... Ni sé por qué me paré allí, pues ¿qué me importan a mí los tubos?... cuando sentí a mi espalda... mejor dicho aquí en el cuello, una voz... ¡Ay, señora!, la voz me sonó aquí detrás junto a estos pelitos que tenemos donde nace la cabellera, y fue como si me entraran una aguja muy fina y muy fría... Me quedé helada... volvime... le vi... se sonreía».
Lo malo es que la gente parecía flores y las flores parecían gente. Pero yo no paré mientes en este pequeño detalle insignificante. Gente o flores, flores o gente... ¿qué importaban al mundo? Vi la placa de cobre, la insignia mortal de todas mis penas y desdichas: TUCKER Aquí está enterrado nos dijimos en silencio mi mujer y yo.
Roseta se colgaba de su cuello, suspirando amorosamente, con los ojos todavía húmedos: ¡Pare! ¡pare!... Pero el pare no pudo contener una mueca de sufrimiento, un «¡ay!» ahogado y doloroso. Un brazo de Roseta se había apoyado en su hombro izquierdo, en el mismo sitio donde sufrió el desgarrón de la uña de acero, y en el que ahora sentía un peso cada vez más abrumador.
Los ojos de Carmen se humedecieron y se llevó el pañuelo a ellos para contener las lágrimas. Mejó quisiera ser la mujé de un zapatero. ¡Cuántas veces lo he pensao! ¡Si Juan hubiese seguío en su ofisio, en vez de coger este mardesío de la torería!... Más feliz sería yo con un pobre mantón yendo a llevarle la comía al portal donde trabajase, como trabajaba su pare.
¿Quién es Pelaítas? El violín del Sr. Poenco. <i>¡Ay sé!</i> Si usted le dice a mi caballo: «vas a descansar en casa de Poenco, mientras tu amo come una aceituna y bebe un par de copas», correrá tanto, que tendremos que darle palos para que pare, no sea que con la fuerza del golpe abra un boquete en la muralla de Puerta Tierra.
Palabra del Dia
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